Militar de profesión y nacido en La Rioja, se adornó siempre de una contagiosa pasión castellonera. Enamorado de las fiestas y las costumbres de Castellón, difundió el fútbol albinegro como un símbolo de amor a nuestras cosas. Lleva su nombre un complejo de deportes y además recibió en su tiempo la Medalla al Mérito Deportivo.

Cada día de los veranos de su tiempo, Chencho me hacía oír la música amable y golosa de sus halagos por mis escritos aquí en Mediterráneo, mientras me ayudaba entre el Torreón y el Voramar a construir mis torres de arena sobre la playa, viendo juntos después como el mar las iba borrando con sus olas. Y para que nos oyeran quienes estaban contemplando como nosotros el humo de los barcos, lo hacía con su portentosa voz de locutor.

VERANO. Ya se adivina el verano y volveré a recordar que Chencho era tan espectacular y positivo en sus presentaciones que un día, desde su villa albinegra de Monte Molino, en las alturas de Benicàssim, en su casa, en la que acogía en verano a sus hijos y sus nietos, pero también a familiares y amigos, se le oyó pronunciar unas frases mágicas, muy a tono con su carácter. Una tormenta de agua había descargado por la noche, pero cuando el sol ya aparecía prometedor por el horizonte, se asomó a su terraza y su voz que se dirigía a sus invitados, retumbó por todo el término municipal: «Señoras y señores, hoy la naturaleza y la Divina Providencia nos han obsequiado con un día radiante y luminoso. Cayeron anoche unas gotas de rocío y si se asoman conmigo, verán como no cabe este inmenso paisaje en la terraza. ¡Y juraría que vamos a vivir una de esas jornadas en las que anochece a las dos de la madrugada…!».

Así era Chencho. Ya es sabido que falleció el 12 de mayo de 2003, a sus casi 85 años de edad.

HOMENAJE. En la iglesia de San Vicente Ferrer se celebraron las honras fúnebres, la misa de entierro. Se puso de manifiesto la cordialidad, cariño y sencillez, la naturalidad con la que a lo largo del tiempo nuestra ciudad ha tenido ocasión de acoger a una serie de seres humanos como él, venidos de otras tierras.

Los fines de semana de junio, esa familia albinegra de la que era trovador y espíritu, le ofreció entre otros gestos el homenaje de una nueva clasificación del Club Deportivo Castellón, el último anhelo de Chencho.

Pero aquel día de su entierro y los siguientes, a través de nuestras televisiones locales, nos seguía mirando a todos con su eterna sonrisa que alargaba un poco más su diminuto bigote. Y al oír su voz majestuosa después de muerto, comprendí entonces que se trataba de la voz de todos, la voz que a todos nos pertenecía, pues siguió formando parte de nuestras vidas. Seguro.

LA VIDA. Nació el 31 de mayo de 1918 en Arnedillo de Logroño, hijo de Isabel del Pozo y el constructor Julio López, matrimonio que tuvo tres hijos, Crescencio, Mari y Paco, con los que se trasladó muy pronto a la capital para que los tres estudiaran en las Escuelas Pías riojanas.

Chencho vino a Castellón en 1939 como avanzadilla de sus hermanos, con el aluvión de jóvenes de la Guerra Civil, formando parte del IX Batallón de Infantería de Nápoles, precursor de la reorganización del Tetuán 14. Aquí ocupó la Secretaría del Gobierno Militar en varias épocas y estuvo también en la Caja de Reclutamiento. Cruzó por todos los niveles militares, cabo, sargento, brigada, subteniente, teniente, alférez y capitán, grado en el que pasó a la reserva a los 54 años. Al morir tenía la graduación de Comandante Honorífico.

Su boda con Dorita Barquero Segura, sus hijos Maribel, Dorita y el periodista que fue de TVE Luis Miguel, al igual que sus cónyuges y todos sus nietos, rezuman el nombre de Castellón por todas partes. El fallecimiento de su esposa en 1986 produjo en Chencho y su familia una gran conmoción, como es natural.

LA RADIO. Su vida en el periodismo radiofónico, geniales entrevistas, memorables retransmisiones, sus críticas y comentarios, de cine, teatro, exposiciones, editoriales patrióticas llenas de fuego, su gran interés por las Fiestas de la Magdalena desde aquellos primeros Carteles Radiofónicos, pasando por Gaiata, con textos iniciales de Eduardo Codina y Manolo Sanz,… La emoción al recibir el Fadrí d’Or de la Junta de Festes, su fiesta como Moro d’Alqueria y el gran homenaje de las entidades del deporte de toda la provincia, con la entrega a Chencho de la Medalla de Oro al Mérito Deportivo y la nostalgia de aquellos años como Secretario General del C.D. Castellón.

Por otra parte, todos recordamos aquel primer infarto en 1991 al descender el equipo albinegro de la Primera División, la operación a corazón abierto en enero de 1992 con la visita al abrir los ojos del alcalde José Luis Gimeno para comunicarle el acuerdo municipal de la construcción de un llamado Polideportivo Chencho, que se inauguraría un tiempo después. Todo queda claro.

Pero todo queda ya en la carpeta de cintas donde se guarda el tiempo pasado. Hasta aquella visita del 14 de febrero, una vez recibida el alta médica, a la Mare de Déu del Lledó para dar respetuosamente las gracias.

Hay nombres propios en torno a Chencho, Maruja Oliveras y Carmen Alcón, Kim Bujía...