Los cinco integrantes de La manada fueron detenidos ayer, pocos minutos después de que se diese a conocer el fallo del Tribunal Supremo y una vez que la Audiencia de Navarra dictase una orden de detención y encarcelamiento. Tras un breve paso por la comisaría, fueron conducidos directamente a la prisión, de donde en los próximos meses solo saldrán para enfrentarse a otro juicio por supuestos abusos sexuales cometidos a una chica en Pozoblanco (Córdoba). El fiscal les pide por este caso, pendiente aún de que se fije la fecha de la vista, hasta siete años de prisión.

José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Antonio Manuel Guerrero, Jesús Escudero y Ángel Boza acudieron a primera hora de la mañana de ayer a firmar en el juzgado, la rutina impuesta por el juez que decretó su libertad provisional mientras se resolvía el recurso contra la sentencia que les condenaba a nueve años de cárcel. Sus rostros serios evidenciaban la tensión de esas horas, conscientes de lo que estaba en juego. Poco después, un dispositivo policial discreto arrestó a los cuatro primeros en las inmediaciones de su domicilio. Boza se entregó voluntariamente al cabo de un rato.

Su destino fue la prisión Sevilla I. También ingresó allí Guerrero, que se prevé que quede suspendido de empleo y sueldo por la Guardia Civil en cuanto se comunique que la sentencia es firme, lo que implica que deberá cumplir la condena en una prisión no civil. Su abogado, Agustín Martínez, consideró que «mañana mismo [por hoy] ya no será miembro del cuerpo». Durante este tiempo, los cinco jóvenes han mantenido un perfil muy bajo

DOCE MESES EN PARO / En estos 12 meses, y al carecer de empleo, por no tenerlo de inicio o por estar suspendidos en el caso de los militares, trataron de buscar el anonimato, convencidos de que la expectación mediática se ceñiría a los primeros días.

El pasado verano hicieron excursiones a la playa en familia, aunque inevitablemente acababan siendo reconocidos en el chiringuito. Tampoco faltó alguna incursión a la Feria de Abril, como hizo Prenda este año.

Pero no siempre ese anonimato buscado les permitió llevar una vida normal, y hace unos meses tuvieron que abandonar una piscina municipal de un pueblo de las afueras de Sevilla tras ser increpados por la mayoría de los bañistas. La localidad les declaró además personas non gratas.

Su discreción, sin embargo, tuvo varios sonoros patinazos, como el intento de Guerrero de sacarse un pasaporte nada más salir de prisión. El juez rechazó que fuera un intento de fuga y aceptó la versión del condenado de que simplemente quería sacarse una copia del documento, extraviado, para consignarlo en el juzgado y no le envió a prisión.

Quien sí fue encarcelado de nuevo, aunque temporalmente, fue Ángel Boza, el único no implicado en el caso de Pozoblanco. Fue detenido tras robar unas gafas en un centro comercial a comienzos de agosto, arrollando a dos vigilantes de seguridad en su huida. Tras dos meses en prisión, fue condenado por dos delitos leves de hurto y lesiones leves.