El despertador suena a las 06.30. Mi mujer tiene guardia de veinticuatro horas en el hospital. Espero que todo vaya bien.

El desayuno es algo caótico. Los niños andan jugando a Brawl Stars con las gemelas desde antes del amanecer, así que llamo a uno primero y después al otro. No quiero interrumpir la batalla intergaláctica que libran contra las hordas del ciberespacio.

Bajo a comprar el pan y el periódico y recuerdo lo que leí unas horas antes en el muro de Facebook del Muhammad Ali de La Plana. Manu Vives, director del centro cultural La Bohemia, subió a la red social una coña marinera que comparaba a Pedro Sánchez con Hugo Chávez y, en menos que canta un gallo, los papanatas de la postmodernidad, los niñatos del comunismo de salón, se lanzaron a escupir bilis por esas boquitas tan sucias que tienen.

Lo cierto es que fue entretenido. Para qué negarlo. La inmensa mayoría de los que por allí pulularon defendieron el comentario inicial de Manu, más aún cuando lo hizo en su propio muro, en su propia casa, pero estos pagafantas progubernamentales, con el alma cargada de hiel e inasequibles al desaliento, continuaron con su retahíla de memeces.

Durante una horita larga, más o menos, la red social por excelencia entretuvo a medio Castellón. Aunque, mirando el lado negativo del asunto, también mostró al mundo la miseria humana. Su arrogancia. Su falta de educación y formación. No somos nadie.

Vuelvo a casa y atiendo una videollamada de mi cuñada. Quiere que mis suegros vean a sus nietos. Nos juntamos todos, menos María, que ya he dicho que está trabajando. Mis hijos saludan a sus primos, a sus tíos y a sus abuelos. ¡Bendita tecnología!

Así, entre pitos y flautas, pasa la mañana. Pongo una lavadora, hacemos las camas, vaciamos el lavaplatos, aspiramos las alfombras, leemos y charlamos. Ya he acabado la novela Caín, de Saramago, y me pongo con lo último de Elio Quiroga. Cuando leí Los que sueñan, premio Minotauro en 2015, aluciné. Elio construyó un mundo dentro de otro. Creó una novela de ciencia ficción pura. Limpia y sincera. Veremos qué pasa ahora.

Comemos algo de carne, patatas al horno y ensalada. Nada del otro mundo. No necesitamos más.

En la sobremesa nos sentamos delante del televisor y vemos Amazing Spiderman. ¡Ojo! Nada que ver con las películas protagonizadas por Tom Holland. Esta peli no es buena, pero mantiene a mis lobeznos pegados a la pantalla. Lo pasan mal y bien al mismo tiempo. ¡Les encanta! Es lo que tiene el cine.

Para merendar damos buena cuenta de las torrijas que mi mujer se curró ayer. Es la primera vez que las hace y le han salido muy bien.

A media tarde me conecto de nuevo a Facebook. Leo algunos comentarios divertidos y me dedico a buscar vídeos de humor. La cosa no está para ponerse filosófico.

Cuando dan las ocho salimos al balcón a aplaudir. El bulevar es uno de los puntos calientes del aplauso castellonero. Es de bien nacido ser agradecido.

El día termina sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela.

¡Maldito virus!

*Escritor