Una norma no escrita dice que el encierro de Pamplona es anónimo. Pero a unos 500 kilómetros de la capital navarra, y aunque allí suene a sacrilegio, buscan caras conocidas en un recorrido asestado de gente, seis toros y una manada de cabestros que, en esta edición, ha levantado polémica. Es Castellón entre el 7 y el 14 de julio. Son las 8.00 horas, suena el cohete y solo queda encomendarse a San Fermín frente al televisor.

Entre esos rostros a los que TVE saca del anonimato cada mañana sobresale uno. Es de Onda y se llama Mateo Ferris. A sus 36 años se ha ganado el hueco y no solo sobre los adoquines. Desde los 19 ofrece su vida ocho días al año, como otros tantos castellonenses; pero desde el año 2016 marca la diferencia. Este año no ha sido de otra manera, a pesar de la denuncia generalizada por la desnaturalización del encierro. «Los mansos han hecho una labor de 20. Para mí son encierros especiales que vengan mansos por delante. Yo sabía a lo que iba, llevo mucho tiempo estudiando su comportamiento», explica el ondense, que ha firmado importantes carreras en sitios casi inexistentes. «Ha sido una semana inolvidable, llena de ilusión y con mucho disfrute», relata.

Prenda con simbolismo

Quizá el secreto está en su camiseta --media roja, media blanca--. La misma que un día llevó su primo Alberto, Torre, que ahora le echa un capote desde arriba. Quizá en una preparación física y mental que le permite parar, templar y mandar sereno pero firme en carrera. «Hay que adaptarse a lo nuevo», asegura Ferris, quien pide unión.

Puede presumir de sobrino y sucesor Torrechiva, que tras 46 Sanfermines en los riñones aún se mete cada día en carrera en Mercaderes. A pocos metros, hacia la curva, lo hace un bechinense: Antonio Oset. De albinegro, habla del trabajo «espectacular» de los cabestros, pero reconoce que hubo «un antes y un después» al quitar a los más rápidos y eso «ha beneficiado a los corredores». Él tampoco se sumó a la sentada: «Pienso que más que protestar tenemos que adaptarnos al encierro que nos viene». «Antes del encierro --confiesa el de Betxí-- prefiero estar tranquilo y pensar en mi carrera».

Carreras predecibles

Ya en el tramo de Estafeta, para Samuel Valero --con la camiseta de la peña El Revolcón-- han sido unos Sanfermines «un poco agridulces». «En mi sitio casi todos los días venía la manada cerrada por los bueyes. Si no hay muchos huecos la cosa se complica, somos muchos los que queremos estar ahí», dice. El de Almassora sí se sentó al opinar que «el encierro actual no es impredecible, siempre es el mismo guion». Al mismo tiempo, tilda de «perfecto» el trabajo de los mansos y recrimina a los que los contratan.

De «diferencia abismal» con los encierros de hace 15 o 20 habla su paisano, Juan Luis Marín. La camiseta de La Pirula, la misma que años atrás pegó de decenas de castellonenses ante la pequeña pantalla, ha vuelto esta edición a la mítica kalea. Marín se muestra crítico con el antideslizante y la preparación de los toros y los cabestros: «Parece que lleven radiocontrol, están súper entrenados», y recuerda cómo antaño los toros caían, se rompía la manada «y ahora es todo un bloque».

A Ramón Valladolid se le ha visto este año los ocho días en la zona vallada de Telefónica-entrada al callejón. El vallero --que luce con orgullo el escudo del club che-- ratifica la suma de factores que hace «mucho más complicado» correr delante, aunque para él los mansos hacen su trabajo y «el problema está en el antideslizante». Pero El Planchao reconoce que «el que tiene el valor, se prepara, estudia y lo piensa, se mete». «Todos no están preparados para estar delante de la cara de un toro con una lucha inmensa», cuenta, y reflexiona sobre el hecho de que la Casa de la Misericordia tome medidas en busca de la seguridad de las personas.

Toros y cabestros entran al coso pamplonés. Suena el cohete. Fin del encierro. Hasta mañana. Hasta el año que viene si ya ha llegado el día 14 de julio. Los corredores castellonenses volverán a Pamplona, con polémica o sin ella. Eso sí, en busca de emoción. En la provincia estarán preparados para verlos.