Todo el mundo está de acuerdo en que, en el último cuarto del siglo XIX Castellón se hallaba tal vez en el momento más creador y esplendoroso de su historia. Con apenas 25.000 habitantes, aunque ya consolidada plenamente su condición de capital de provincia, dicen los historiadores que la economía se encontraba entonces en auge y entre el vecindario había un nutrido grupo de seres humanos de cualidades relevantes, dotados de gran entusiasmo por el engrandecimiento de la ciudad, que se iba transformando con unas realizaciones muy ambiciosas, de las que los castellonenses actuales de este siglo XXI nos sentimos todavía muy orgullosos y gustamos de recordar siempre que la ocasión sea propicia. Para mí lo es ahora, cuando me sitúo ante la página que preside el mágico arquitecto Manuel Montesinos Arlandiz (todavía algunos escriben Arlandis). Comenzaban entonces a desaparecer los portales de las antiguas murallas que rodeaban el viejo casco urbano, se iniciaron las obras del Puerto --declarado de utilidad pública en 1882--, al tiempo que colocaba la primera piedra para la construcción del Hospital Provincial, al que siguieron una serie de realizaciones en las que el arquitecto Manuel Montesinos adquirió una relevancia muy especial.

BRILLANTE CATÁLOGO // Con el protagonismo de los arquitectos que ha gozado Castellón y hablando de ellos, con la saga de los Traver, con Francisco Tomás, los Ros de Ursinos, Maristany y algún otro, cuyas hojas de servicios, de trabajos y de creaciones ya se han venido reflejando en estas páginas de Seres Humanos, Montesinos Arlandiz es uno de los grandes personajes que llegaron a nuestra ciudad desde su lugar de origen y que se convirtieron en una referencia humana, social y profesional de altísimo nivel, leyendas incluidas. Para los estudiosos de hoy y para los vecinos de finales del siglo XIX y principios del XX. A él se deben las trazas del Hospital Provincial (1882-1907), el Cementerio de San José, la Plaza de Toros (1885), la desaparecida Cárcel Modelo en la calle Cerdán de Tallada y de modo entrañable y especialísimo la mágica Iglesia de la Trinidad y sus vecinas, las Escuelas Pías.

Me apoyo en todo lo que digo, entre otros autores y periódicos de la época, en la obra titulada Manuel Montesinos Arlandiz, exponente del eclecticismo en Castellón, de Patricia Mir Soria y Pascual Fuster, que mereció el Premio de Humanidades Ciudad de Castellón en 2009, convertida en libro al año siguiente, en edición municipal, que se erige como el más completo catálogo de las realizaciones de Montesinos, a los ojos de un espléndido estudio de sus muy apreciados autores.

LA VIDA // Hijo del maestro de obras turolense Juan Montesinos Torres, oriundo de Mora de Rubielos, y de Francisca Arlandiz Barceló, de Valencia, en cuya capital nació Manuel el 26 de noviembre de 1838. Tuvo tres hermanos, Teodoro, Encarnación y Valero Ignacio. Después de sus estudios en colegios e institutos, se formó en la Facultad de Arquitectura, de Madrid, donde se licenció en 1864. Al año siguiente, ya fue nombrado arquitecto de la provincia de Castellón. Aquí conoció a la joven Asunción Ibáñez Vilarroig, con la que contrajo matrimonio. La familia se instaló en lo que hoy es la plaza de Cardona Vives, en aquel tiempo nominada como calle del Agua

--carrer de l’Aigua--, en una vivienda cercana a las legendarias casas de los Miquel y la monumental de la Marquesa de San Joaquín, con el eco vecinal del llamado Trinquete Viejo y el recuerdo del portal amurallado de San Agustín. Aquí nació en 1875 el único hijo del matrimonio, le bautizaron con el nombre de Manuel, que con el tiempo se convertiría en arquitecto y sucedería en la Diputación a su padre, cuando éste se jubiló. Aquí también, contrajo matrimonio con María del Cacho Madramany (1884-1951), pareja de la que nació en 1919, igualmente como hijo único, Enrique Montesinos del Cacho, que fallecería siendo muy niño.

EL GARROFERAL DEL MUT // El 6 de octubre de 1860 fue bendecido el entonces nuevo Cementerio, para cuyo proyecto se contrató al joven Montesinos, quien intervino ya como arquitecto en la primera gran remodelación. El primer enterramiento se produjo el 13 de mayo de 1861. La fallecida fue Antonia Llop Ramos. Según Paco Pascual y Pepe Prades, el Ayuntamiento, para la construcción del cementerio, bautizado como de San José, compró un gran campo de algarrobos propiedad del vecino José Mut. Se eligió ese terreno por su lejanía con el casco urbano. El tiempo ha venido a demostrar que se han desbordado las previsiones. Bueno, lo cierto es que, la conseja popular, el chascarrillo de tertulias y mercados, denominó al cementerio como el Garroferal de Mut, que las generaciones posteriores lo convirtieron en del Mut. Y, para más inri y teniendo en cuenta que para llegar al camposanto, había que cruzar el río, el riu sec, y los difuntos lo cruzan de espaldas sobre el puente, encerrados, claro, en el ataúd, ya fue natural que aflorara la expresión popular entre el vecindario de cruzar el riu d’esqueneta. Era el término jocoso en momentos dramáticos para la familia y sus allegados.

LOS ESCOLAPIOS // Montesinos intervino también como arquitecto provincial en templos y capillas de Vila-real, en Cinctorres y otros enclaves, además de la Iglesia Mayor de Castellón y la Casa de la Beneficencia, pero hay que reseñar que durante un tiempo se sintió atraído por la política, pasó por varios partidos de distinto signo y fue elegido diputado provincial y alcalde. Pero la página debe terminar destacando dos de sus grandes obras como arquitecto. Es decir, la iglesia neorrománica de la Santísima Trinidad y esas Escuelas Pías que tanto han significado para muchas generaciones de castellonenses. Ambas obras fueron propiciadas y sufragadas por el benemérito don Juan Bautista Cardona Vives, el eclesiástico castellonense de origen morellano, al que tanto debe Castellón. En la Trinidad, Montesinos contó con la colaboración del también arquitecto Francisco Tomás. La primera piedra en una ceremonia espectacular, lleva la fecha del 4 de noviembre de 1896. Y los trabajos para la construcción de las Escuelas Pías --que hoy mantienen la frescura de la arquitectura de hace más de cien años--, comenzaron en 1897. La inauguración fue el 2 de octubre de 1900. Yo todavía oigo las campanas que cantan alborozadas el desarrollo de estos actos. H