Imagine la escena. Es junio, de noche, el calor le empieza a asfixiar y abre la ventana buscando algo de brisa. Y es entonces, justo en el momento que coge el sueño, cuando un zumbido acecha su oído alterando la paz. Este David puede a Goliat, pues los mosquitos necesitan alimentarse de sangre para subsistir. Se levanta, abre la luz, inspecciona la habitación... pero no ve nada. A dormir. A la mañana siguiente se levanta con unas cuantas picaduras. ¡Maldito mosquito! Y lo curioso de todo es que su compañero/a de habitación no se ha enterado de nada. Ni una sola picadura. Todas se las ha llevado usted. ¿Por qué?

Más allá de las leyendas populares, los expertos aseguran que los mosquitos eligen a su víctima en función de varios factores: desde el olor, sudor y color de la piel hasta el dióxido de carbono o el estado de salud.

Los científicos aseguran que los mosquitos localizan a sus víctimas por el dióxido de carbono que emiten. O dicho de otra manera: las personas que exhalan más dióxido de carbono, como las más grandes o las mujeres embarazadas, son presas seguras. La cantidad de dióxido de carbono también varía en función de la dieta y del ejercicio físico que se haga. Además, hay estudios que sugieren que los mosquitos prefieren a las mujeres porque su piel es más delgada, lo que les permite picar con mayor facilidad.

El grupo sanguíneo influye (el grupo 0 es su preferido), como también lo hace el sudor. Los mosquitos tienen 27 receptores del olor y el ácido láctico que contiene el sudor activa sus radares. ¿Y quién producen más ácido láctico? Otra vez las embarazadas, las personas altas o quienes hacen ejercicio. H