El PSPV de Ximo Puig se ha convertido en la fuerza hegemónica en la Comunitat tras los resultados de las elecciones municipales del 26 de mayo, en la línea de las generales y autonómicas de hace un mes. Esa es la primera conclusión de una doble cita electoral que ha marcado también el resurgir del bipartidismo, cuando hace solo cuatro años se daba por acabado, por el retroceso de los partidos del cambio. Pese a que el PP se ha estrellado en las urnas, alcaldías, diputaciones y Generalitat estarán en manos de socialistas y populares.

La hegemonía del PSOE, 28 años después

El PSOE ha vuelto. Ya lo hizo hace cuatro años cuando consiguió gobernar con pactos en la Generalitat, en Castelló y en las principales ciudades de la provincia. Pero ahora lo ha hecho con más fuerza. A diferencia del 2015, donde el PP fue el partido más votado, ahora son los socialistas los que se han impuesto, lo que les hace revalidar con más poder las instituciones donde ya gobernaban. En Castellón, además, la guinda ha sido conseguir la Diputación tras 24 años con el PP al mando.

Poco más se puede decir. El cambio de ciclo iniciado hace cuatro años se ha consolidado. El PSOE aumenta su poder municipal en Castelló, Vila-real, Burriana, la Vall d’Uixó, Almassora, Vinaròs, Benicarló… y podrá incluso en algunos casos elegir a su socios de gobierno, sea Compromís o Ciudadanos, e incluso gobernar en solitario.

La decisión de Ximo Puig de adelantar al 28 de abril las elecciones autonómicas por primera vez en la historia, para hacerlas coincidir con las generales, fue acertada en vista del resultado final. Más votos y menos dependencia de sus dos socios del Botànic, Compromís y Podem. Un Botànic II que se negocia con los mismos protagonistas.

Puede no ser así en los municipios tras el 26-M. Alcaldes electos se están pensando en dar o no participación a Compromís. Y, además, ha entrado en escena Ciudadanos, que ha levantado el cordón sanitario al PSOE. Hasta el día 15, cuando se constituyen los ayuntamientos, hay tiempo para cualquiera de las tres posibilidades.

Y la Diputación. Una institución menospreciada por los socialistas, que ahora se presenta como la joya de la corona. Y para llenar sus sillones con esos 12 diputados salidos de las urnas, han vuelto a escena las típicas peleas internas. La propuesta de perfil bajo de la ejecutiva provincial ha levantado en armas al sector de José Benlloch, que apuesta por algunos de los alcaldes ganadores de los municipios de mayor población. A Puig tampoco le gusta la apuesta de Ernest Blanch, y será Ferraz quien decida si queda todo como está o si hay cambios.

323 votos separan el éxito del fracaso del PP

El PP todavía está en estado de shock tras la noche electoral del 26-M. Se quedaron a 323 votos del éxito o del fracaso. Los que separan de ganar la Diputación o perderla. La perdieron. Si esos 323 votos se suman en l’Alcora y Atzeneta, en el partido judicial de Llucena, en el PP estarían hablando de éxito, pese a hundirse en las urnas. El 28-A Isabel Bonig estuvo a poco más de 40.000 votos de recuperar la Generalitat con la suma del tripartito de derechas. Un mes después, los populares tienen mayorías absolutas en Onda, Segorbe, Peñíscola, Moncofa, Alcalà... y en un buen número de pequeños municipios del interior. Pero, ¡ay amigo!, se ha perdido la Diputación, el centro de poder provincial desde donde se hace territorio.

¿Qué ha pasado? El desgaste de la marca por la corrupción... los últimos años de gobierno de Rajoy que culminaron con la moción de censura.... Todo ha influido, sin duda, para ese cambio de ciclo, igual que el que los populares protagonizaron hace más de 20 años, cuando dejaron en la cuneta a los socialistas. Ahora tocan cuatro años más en la oposición, que serán ocho, justos los que vaticinó Bonig cuando perdieron el poder en mayo del 2015.

El único consuelo son esas mayorías absolutas y el hecho de que el PP de Castellón --y el de la Comunitat-- sigue estando por encima de la media de España en intención de voto, tanto en las generales y autonómicas como en las municipales. Y que se haya alejado, quizá ya definitivamente, el temor al sorpasso de Ciudadanos. A nivel orgánico, cuando los resultados electorales no son buenos, suena de fondo el ruido de sables y se pasa a cuestionar a los líderes, con la sombra de los congresos extraordinarios. Habrá descontentos, sí, pero en el PP son disciplinados y, al menos a corto plazo, no cabe esperar ningún tipo de escaramuza seria.

Compromís deja de ser imprescindible

Compromís fue necesario para formalizar pactos de gobierno en 2015 y formó tándem con el PSOE en la Generalitat y en muchos ayuntamientos. Cuatro años después, ha perdido la condición de imprescindible y la capacidad de presión a la hora de revalidar esos gobiernos frente al efecto arrasador de los socialistas. Falta saber si este estancamiento es coyuntural por la fuerte subida del PSOE, o si la coalición que lidera Mónica Oltra ha tocado techo y, por tanto, si tendrá capacidad para rehacerse en próximas citas electorales. Se mantiene por los pelos como tercera fuerza, pero debería replantear su modelo. Lo que les hace fuertes es la pluralidad, pero a la vez también les hace ser poco efectivos en cuanto a organización. El entrar en los nuevos gobiernos puede ser un arma de doble filo: si lo hacen corren el riesgo de ser absorbidos por un PSOE al alza; y si se quedan al margen, les puede pasar como a Podem, en tierra de nadie y condenados al ostracismo. Además, la convivencia entre las dos fuerzas mayoritarias de la coalición, Bloc e Iniciativa, no atraviesa por su mejor momento, a lo que se añade una tormenta interna en el Bloc que se escenificó con la elección de Enric Morera como presidente de Les Corts. En Castelló, la crisis de la coalición tiene nombre y apellidos: Ali Brancal.

Ciudadanos, sin ‘sorpasso’ y con cambio de rumbo

Ciudadanos sigue pegado a la marca pero esta vez ha sido insuficiente al ver frenadas sus aspiraciones de superar al PP, por lo que no será el principal partido de la oposición y su protagonismo se diluye. Albert Rivera ha tomado nota y ha decidido levantar el veto al PSOE para intentar entrar en los gobiernos y tener más visibilidad. Orpesa y Benicàssim son sus bazas.

Podem y Vox, los dos extremos irrelevantes

Podemos ha llegado a los niveles de su socio de Esquerra Unida. Camina hacia la irrelevancia, un partido residual que solo se salva porque tendrá cierta trascendencia al entrar, ahora sí, a gobernar con el Botànic II.

Y falta Vox, cuyas expectativas se desinflan. Los de la ultraderecha de Santiago Abascal se han ido desfondando a cada cita electoral y su implantación en los municipios es escasa.