Su nombre oficial era Servicio Militar Obligatorio, pero todo el mundo le llamaba la mili. Y como ocurre con la feria, la mili cada uno la recuerda y la cuenta según le fue. Para unos fue un espacio en blanco, un fastidio, una pérdida de tiempo... Para otros fue todo lo contrario y recuerdan con orgullo la época en la que se raparon el pelo, vistieron de uniforme, comieron rancho y juraron bandera. También están los que se negaron a hacerla, los insumisos, los objetores de conciencia que optaron por la denominada prestación social sustitutoria con tal de no verse con un fusil al hombro y no escuchar expresiones como ¡Firmes! o ¡Rompan filas! La mili no deja a nadie indiferente y eso que hace ya dos décadas que pasó a la historia. Este mes de marzo se cumplen veinte años desde que el Gobierno anunciara la suspensión de un servicio que estuvo vigente en España durante un total de 231 años y en el que Castellón tuvo un papel protagonista.

Cuando en marzo del 2001 el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, pronunció las palabras «Señores, se acabó la mili» se puso punto y final a un Servicio Militar Obligatorio que durante CASI 100 años se prestó en Castellón. Primero fue en el antiguo convento de San Francisco y, a partir de 1953, en el acuartelamiento Tetuán 14 . “Fue en 1904 cuando el Regimiento de Infantería Tetuán 14 se trasladó a Castellón y ahí permaneció hasta 1995, cuando el Regimiento abandonó la ciudad y se trasladó a Bétera como consecuencia de la aplicación del Plan Norte”, explica el coronel en la reserva Ricardo Pardo, miembro del Aula Militar Bermúdez de Castro de Castellón, una de las personas que mejor conoce la historia militar de la provincia y que prepara para final de año una exposición sobre los veinte años de la suspensión de la mili.

La mili al lado de casa

Durante todo ese tiempo, entre 1.000 y 3.000 reclutas juraron bandera cada año en la ciudad. Y eso, lógicamente acabó repercutiendo en la economía local. Muchos vecinos del barrio de San Agustín y San Marcos todavía recuerdan como cada tarde, vestidos de uniforme, salían a la calle cientos de reclutas para llenar los bares y tiendas de la ciudad. «Que el Regimiento estuviera en Castellón durante tantos años tuvo un gran impacto económico y, además, permitió que muchos jóvenes de la provincia pudieran hacer el Servicio Militar Obligatorio al lado de casa», añade Pardo.

El coronel Manuel Monzó Ramón, subdelegado de Defensa en Castellón, también pone en valor el hecho de que el Regimiento de Infantería Tetuán 14 estuviera casi un siglo unido a la provincia. “El Regimiento se sintió parte de esta ciudad y de esta provincia y, ese sentimiento de pertenencia y aprecio fue recíproco», sentencia el Monzó, mientras recuerda que «un muy importante grupo de militares y sus familias provenientes de todos los rincones de España decidieron asentarse y desarrollar sus vidas en Castellón».

Para muchos jóvenes de la provincia que les tocara por sorteo hacer la mili al lado de casa tenía sus ventajas. Y no eran pocas. Casi todos los reclutas de la provincia que estuvieron en Tetuán 14 pidieron el pase de pernocta que, en la práctica, permitía ir todos los días a dormir a casa. Manuel Moliner fue uno de ellos. Este vecino de la Vall d’Uixó hizo la mili entre mayo de 1987 y mayo de 1988. «Había cinco reemplazos y a mí me tocó el tercero. Tenía 19 años y recuerdo que todos los días tenía que viajar desde la Vall a Castelló. A la siete de la mañana había que estar en el cuartel y entonces no tenía coche, así que me tocaba buscarme la vida y quedar con otros compañeros», explica.

Manuel era un gran aficionado al ciclismo y en el cuartel había un equipo. «Los brigadas Rovira y Calero tenían una gran pasión por la bicicleta y como yo también era un gran aficionado, entré a formar parte del equipo. Hacíamos competiciones tanto a nivel comarcal, como provincial y autonómico», añade Manuel que guarda muy buenos recuerdos de su paso por el cuartel Tetuán 14. «Aprendí valores que ya nunca se olvidan, como el compañerismo y el respeto a los mandos», asegura.

Durante el año que duró su servicio militar, Manuel fue arrestado una vez. «Era el encargado de las duchas y, cuando me iba a casa, le dejaba las llaves de los baños a un compañero. Recuerdo que una noche me llamó a casa el capitán con un cabreo monumental pidiendo explicaciones de porqué no estaba en el cuartel a la hora de las duchas. Esa noche no pegué ojo. Al día siguiente me cayó un buen rapapolvo y permanecí dos semanas arrestado», explica.

Si hubiera podido elegir destino, Abel Martínez se habría decantado por hacer la mili lejos de Nules, su ciudad natal, Pero la bola del sorteo quiso que su destino fuera el Regimiento Tetuán 14. «Una vez juré la bandera ya pude dormir en casa, aunque recuerdo que los dos primeros meses fueron muy duros. Un no parar», explica Abel que hoy tiene 49 años (cuando hizo la mili contaba con 19) y profesionalmente se dedica al sector de la energía eólica.

La pequeña legión

Buena parte de la mili, Abel la pasó condiciendo una tanqueta BMR. «Llevaba a los compañeros a hacer maniobras, sobre todo a Montaña Negra y a Els Ibarsos», cuenta este exrecluta que también guarda muy buenos recuerdos de sus meses en Tetuán 14. «Lo mejor era que conocías a mucha gente y con los compañeros entablabas una relación muy bonita".

El cuartel de Castellón tuvo fama de ser un destino muy duro e incluso muchos le llamaban la pequeña legión . El coronel Ricardo Pardo desmiente que la instrucción en Tetuán 14 fuera más severa que en otros lugares. «Decían que era durísimo, pero la realidad es que era un Regimiento como otro cualquiera. Había mandos más duros y otros no tanto, igual que ocurre en todas las empresas, donde hay jefes más exigentes y otros que no lo son tanto», argumenta el coronel.

Jorge Llago fue otro de los reclutas que hizo la mili en el cuartel de Castellón y también recuerda la mala fama que tenía Tetuán 14. «Fui voluntario, así que elegí realizarla en mi ciudad», cuenta este castellonense que hoy reside en Serra d’Engalcerán. «Acabé BUP y, como quería quitarme de encima la mili lo antes posible, fui voluntario», explica Jorge que realizó el servicio militar entre 1982 y 1983, unos meses que aprovechó para sacarse el carnet de conductor de camión con remolque y el título de cabo . «La mili tenía cosas muy positivas. Aprendías mucho y también valorabas más las cosas. ¿Lo negativo? Que ese año vi los castillos de las fiestas de la Magdalena desde el cuartel», apostilla.

Veinte años después de su suspensión, Jorge es de lo que piensan que una mili de seis u ocho meses no le vendría mal a nadie. «Lo mejor era el compañerismo. Había reclutas de todas las provincias y, casi 40 años después, aún mantengo contacto con alguno de ellos», explica Jorge que pese a residir en Castelló permaneció mucho tiempo en el cuartel. «Solo había ocho conductores de camiones con remolque. Recuerdo que participamos en la extinción de varios incendios forestales y fuimos a repartir mantas y comida a Tous, devastado por la pantanada», añade.

Quienes formaron parte de la familia de Tetuán 14 se sienten orgullosos de ello y la ciudad también lo está de unas instalaciones, hoy municipales, que son la sede de la Policía Local. «Los jóvenes de entonces, hoy padres y abuelos, guardan muy buenos recuerdos de su paso por el Regimiento, que sienten como suyo y eso se trasmite de generación en generación», apunta el subdelegado de Defensa, que vincula gran la vocación militar que existe en la provincia con la presencia del Regimiento.