La gola sur del paisaje protegido de la desembocadura del Millars, entre Burriana y Almassora, continúa comunicada con el mar nueve meses después de sufrir la última riada fuerte. El pasado mes de marzo una gran avenida rompió el cordón litoral de piedras que separaba superficialmente el mar de las lagunas.

Desde entonces la entrada de agua salada es constante hasta unos cientos de metros tierra adentro. «Este proceso natural está transformando las condiciones ecológicas de este tramo de la zona húmeda protegida. Carpas y barbos, entre otras especies, adaptadas a aguas salobres están dando paso a especies eminentemente marinas como son las doradas, los sargos e incluso se están pescando pulpos», señalan desde el Consorcio. Además, la comunidad de plantas que crece formando un cordón al borde de las antiguas lagunas está empezando a morirse por la salinidad en la zona.