La perspectiva del tiempo siempre enriquece los recuerdos. Así es como analiza sus 37 años de servicio quien ha sido jefe de la Policía Local de Nules hasta el 27 de septiembre, Miguel Ángel Ripollés, desde la distancia y con la convicción de que ha hecho todo lo que ha podido por cumplir con su misión, la que repite como un mantra una y otra vez mientras repasa una trayectoria profesional que ha llegado a su fin: «Defender la libertad y los derechos de todas las personas, sin distinciones».

Llegó a Nules con 22 años sin vocación. No le importa reconocerlo. Su objetivo era aprobar unas oposiciones de administrativo, pero en su ciudad natal, Castelló, no encontró opciones. En la academia en la que se preparaba le informaron de que Nules había iniciado el proceso para la selección de cuatro policías locales. Se presentó y aprobó. Tomó posesión el 1 de febrero de 1983. Apenas cuatro años después, asumió las funciones de jefatura.

La vocación llegó poco a poco, cuando empezó «a tocar la calle», y el paso del tiempo hizo el resto. Un tiempo que no ha transcurrido con sutileza, porque ha dejado sus cicatrices en una trayectoria profesional en la que ha habido de todo, inevitablemente. Porque cuando inició su andadura como agente, la Policía Local no tenía nada que ver con lo que es ahora, tanto por lo que respecta a la plantilla --con una media de edad elevada--, como en medios y protocolos de actuación. Ripollés fue de aquellos agentes que disparaban a los neumáticos de los coches en las persecuciones, «una verdadera locura visto ahora», y casi cuarenta años después, es de los pocos policías con licencia de piloto de drones de esta provincia.

Su memoria está llena de buenos momentos, de los que hacen que esta dedicación «valga la pena», pero también otros que duelen y marcan. Como cuando tuvo que recoger el cuerpo sin vida del hijo de uno de sus agentes, tras un trágico accidente de tráfico. Imposible no emocionarse cuando lo menciona. Y mientras explica el trabajo que ha hecho posible que Nules cuente con la mejor tecnología de comunicaciones y con una estructura acorde a las necesidades del servicio que el municipio requiere, no puede evitar apuntar a aquellos días en los que fueron la sede de los calabozos de todo el partido judicial. «Diez años muy difíciles, muy duros», posiblemente los peores, donde llegaban a custodiar hasta 300 ingresos anuales, en los que hubo repuntes de delincuencia que ahora son impensables.

Miguel Ángel Ripollés, aquel joven sin vocación, ha formado a través del IVASPE --donde es profesor desde hace 30 años-- a unos 2.000 agentes. A todos les pide motivación y que rehuyan siempre el exceso de confianza.