Los castellonenses se preparan para vivir la Semana Santa más atípica de sus vidas, tanto para aquellos que habitualmente disfrutaban de los días festivos en la calle o realizando viajes de ocio como para los que viven de un turismo que utiliza la Pascua como rampa de salida de la temporada alta de la campaña.

La irrupción del coronavirus en la vida de la provincia ha sacudido un modelo de vida, ruptura que se hace más evidente en fechas tan señaladas como estas. Destinos de playa y montaña o segundas residencias, principalmente en núcleos costeros, se quedarán vacíos en esta Semana Santa marcada por la pandemia del covid-19 y un estado de alarma que obliga a los ciudadanos a permanecer en sus hogares.

Los tradicionales actos religiosos característicos de estas fiestas se han visto obligados a reinventarse o, en el peor de los casos —como las solemnes procesiones—, a suspenderse. Los castellonenses no quieren renunciar a todo. Las típicas monas de Pascua seguirán haciendo las delicias de los más pequeños, ya sea acudiendo a la panadería o aprovechando el servicio de entrega puesto en marcha por algunos negocios. Eso sí, viajar solo por las autopistas de internet.