En la historia reciente de la provincia de Castellón hay que remontarse a una época muy concreta para asistir a la suspensión general de las fiestas populares a lo largo y ancho del territorio: durante la guerra civil. En la dura posguerra y en sucesivas crisis económicas (unas más sangrantes que otras), los vecinos de la práctica totalidad de los municipios vieron en la organización de festejos un respiro, una evasión imprescindible cuando la vida es demasiado adversa. Cuando venían mal dadas, cobraban más sentido que nunca, pero hay circunstancias que pesan más que otras, y un microscópico virus lo ha interrumpido todo de forma radical e irrevocable. O eso parece, al menos, por el momento.

Desde el pasado 13 de marzo el goteo de programaciones suspendidas ha sido incesante. Nadie lo ponía en cuestión. Con la población confinada, con cientos de ciudadanos enfermando y demasiados muriendo, los motivos de celebración quedaban relegados, aunque bien cierto es que en cada cita señalada municipios y vecinos mostraron su voluntad de buscar ese resquicio de luz en medio de la oscuridad, aunque fuera de manera virtual y desde casa.

Un gran interrogante atenaza a quienes ven en las fiestas mucho más que un mero aspecto lúdico. ¿Cuándo volverá la vida a la normalidad? Ante la falta de respuestas, cada cual obra como mejor considera para los intereses colectivos, y anuncios como la suspensión de las fiestas de Segorbe y con ellas la Entrada de toros y caballos, aunque cueste asimilarlos, ya no sorprenden a nadie. Y es así aunque para esta cita falten algo más de tres meses.

Repercusión económica

Puede parecer una frivolidad hablar de actos festivos, jolgorio y algarabía cuando el estado de alarma sigue vigente y la cifra de fallecidos crece, aunque sea a un ritmo mucho menor, pero lo cierto es que las fiestas mueven anualmente millones de euros en toda la provincia. Quienes viven directamente de estas citas, pirotecnias, ganaderos o empresas de espectáculos, piden a los organizadores que no se precipiten, que esperen a ver cómo evolucionan las circunstancias, por si pueden salvar todavía los meses de agosto, septiembre y octubre, aunque sea a medio gas. Las noticias que se suceden a diario son contrarias a su ánimo.

A la Entrada de toros y caballos de Segorbe (septiembre) hay que sumar una larga retahíla de ayuntamientos decididos a dejar las cosas como están hasta el 2021. Nules ha suspendido las fiestas de la playa, las patronales de Sant Bartomeu y las de Mascarell (agosto). En Xilxes dan por perdidas las de Sant Roc en la playa (agosto) y esperarán a ver cómo van las cosas para las del Santísimo Cristo de la Junquera de septiembre. Informa M. Á. Sánchez. En Portell la suspensión ya está clara y también que el dinero que reservaban para los festejos lo destinarán a acciones sociales (una medida común en muchos municipios). Y entre los que están viendo cómo el estado de alarma acaba con cualquier posibilidad se encuentran Benassal, Vilafranca, Tírig o Càlig, que pasa el día de Sant Vicent al 7 de septiembre. Otros eventos como el Miau de Fanzara (julio) no quieren incertidumbre y saltarán un año.

Más información, en la edición de papel y PDF de Mediterráneo