Sin ninguna duda, 1992 fue, para la reina madre Isabel II, un mal año. A los ya conocidos problemas conyugales de la princesa Diana de Gales y el príncipe Carlos, se sumaron las primeras filtraciones de la prensa sobre posibles infidelidades del príncipe con Camila Parker Bowles.

Además, sus otros hijos Andrés y Ana rompieron sus compromisos matrimoniales ese mismo año y el castillo de Windsor sufrió un grave incendio que causó importantes daños cuyos cuantiosos gastos de restauración sacaron a la palestra el excesivo sobrecoste que suponía la corona. No es de extrañar, por tanto, que Isabel II, durante el discurso conmemorativo de sus 40 años de reinado, catalogase 1992 como “annus horribilis” para la corona.

24 años después, 2016 volverá a ser recordado como otro “año terrible” por los ciudadanos británicos: Reino Unido se enfrenta a un escenario de incertidumbre económica nada halagüeño tras los resultados del pasado referéndum sobre el brexit.

La situación se agrava y adquiere tintes dantescos con la dimisión no sólo del primer ministro James Cameron, cuya incompetencia hizo posible la consulta, sino también y de manera sorprendente, con la de su principal adversario político, el líder del partido UKIP, Nigel Farage, firme defensor del brexit, manteniendo, eso sí, su puesto en el Parlamento y cobrando de una UE de la que reniega “profundamente”.

“Las ratas son las primeras que abandonan un barco que se hunde…”, duras palabras del primer ministro belga en una Comisión europea indignada por la actitud de los políticos británicos.

Para colmo, Inglaterra se vio apeada de la Eurocopa en octavos por la selección de un país de poco más de 300.000 habitantes. Y esto sí que les ha dolido… H