El otro día en una conversación con unos amigos, en la que se hablaba de un político, cuyo nombre omitiré, por muchas razones, uno de mis contertulios dijo: «Tendrá muchos defectos, pero es honrado a carta cabal». Me gustó la expresión y ello porque, primeramente, definía con justicia al personaje, y segundo porque es una forma de determinar la probidad de una persona.

SEGÚN el diccionario del uso del español de María Moliner, que como es sabido es el gran complemento del diccionario de la Real Academia Española (y que conduce desde la palabra conocida al modo de decir que se desconoce), «a carta cabal» se aplica a lo que se expresa exactamente y tiene como principales sinónimos honrado, trabajador y estimable en cualquier aspecto.

Creo que como todos sabemos, esta expresión, que significa «enteramente, del todo» se utiliza además para aludir a la integridad, nobleza y moral de una persona en su relación con su entorno.

Yendo a parar a la etimología y por supuesto a la Historia, en la quinta partida (1264) de Alfonso X el Sabio se habla de la «carta acabada» y dos siglos más tarde, los Reyes Católicos hacían uso de la «carta de creencia» en las instrucciones a personas notables, acreditadas por ser portadoras de la misma. Así pues parece plausible que la expresión tenga su origen en los despachos de cancillería, mediante los cuales el monarca encomendaba alguna misión a sus subalternos más probos, quienes tenían que cumplir el mandato cabalmente, esto es, con fidelidad absoluta.

*Cronista oficial de Castelló