Hace ya algún tiempo que visité la excelente colección de pinturas de historia que alberga el edificio del Senado y que están firmadas por grandes del arte del siglo XIX como Agrasot, Martínez Cubells, Muñoz Degraín, Pradilla, Sorolla y un largo etc. Entre las obras hay una poco conocida de Casado del Alisal, que se titula Los últimos momentos de Fernando IV y que me impresionó por su teatralidad dramática y por la anécdota que encierra. El óleo representa al rey en primer término, como enajenado, reclinado sobre la cama en cuyo flanco trasero aparecen los hermanos Carvajal, uno de los cuales lleva en la mano una significativa clepsidra vestidos solo con togas terciadas (que curiosamente lucen la cruz de la orden de Calatrava), en un vehemente contraluz de determinación fantasmagórica.

El soberano que lleva el sobrenombre de El emplazado (y veremos por qué) había condenado, sin pruebas, a Juan Alfonso y Pedro Alfonso de Carvajal a ser despeñados en el alcor de Martos, acusándoles de haber dado muerte a Alfonso de Benavides (un sicario al servicio del rey quien, paradójicamente, había ordenado asesinar a ambos). Poco antes de cumplirse la sentencia, los condenados, tras proclamar su inocencia, emplazaron al monarca a comparecer ante Dios a juicio antes de 30 días. Es cierto que el rey desde niño era enfermizo, y que padecía de paranoias y que tal vez esas dolencias supusieran que la jornada que expiró el plazo, lo encontraran muerto en su tienda de campaña. Sucedido muy teatral, como el cuadro de referencia, romántico a más no poder.

*Cronista oficial de Castelló