Una de las numerosas sorpresas desagradables que nos ha traído este 2016 ha sido una nueva comisión bancaria, en este caso por retirar efectivo en los cajeros que no pertenecen a nuestra entidad financiera; se trata de una medida ya anunciada meses atrás, pero no por ello deja de ser menos irritante. Como siempre no se trata de grandes importes, puesto que las comisiones se mueven en una horquilla entre 0,65 y 2 euros dependiendo de la entidad; lo que realmente resulta molesto es el continuo modelo Poco-Muchos o, dicho de otra manera: poco importe pagado por muchos que, en este caso, siempre son los mismos, los ciudadanos.

La aparición de este nuevo tipo de comisiones viene a culminar una espiral creciente iniciada años atrás que ha derivado en una estructura del negocio bancario en la que las comisiones llegan a alcanzar, en algún caso, más del 30% de los beneficios totales de la entidad.

Las razones esgrimidas por el sector bancario que explican esta nueva comisión son la puesta en valor de la red de cajeros nacional, lo que, traducido, quiere decir lo siguiente: los grandes bancos quieren obtener una ventaja competitiva frente a los más pequeños a costa de quienes ya se imaginan.

Pues miren, ya está bien. En España se efectúan alrededor de 900 millones de operaciones de retirada de efectivo en cajeros al año por un volumen total de 0,12 billones de euros. Imaginen que todos, en lugar de acudir a una máquina que nos dé nuestro dinero, decidimos ir siempre a ventanilla. ¿Se imaginan la cantidad de gente que tendrían que contratar las entidades financieras para atender este volumen de operaciones? Interesante, ¿verdad? H