Dicen que uno solo desaparece de este mundo cuando el último que lo recordaba desaparece también y, en consecuencia, ya nadie se puede acordar de él.

Con los personajes históricos el tema está más complicado, tanto si son merecedores de ser recordados como si no lo son, porque siempre estarán los libros de historia para recordarnos que existieron e investigadores que recuperarán su memoria olvidada.

Sin embargo, en la historia ha habido intentos de hacer desaparecer a personajes: faraones, emperadores romanos... Incluso Stalin borraba de las fotos a los camaradas que caían en desgracia. Los romanos lo llamaban la Damnatio memoriae, que significa literalmente «condena de la memoria». Con la Damnatio se borraban imágenes, monumentos, inscripciones, e incluso se llegaba a la prohibición de usar su nombre.

Hacer desaparecer el nombre de Franco de la historia sería una buena idea para mi gusto. El Valle de los Caídos solo lo visitaban los nostálgicos y los cuatro mal contados neofascistas que habían. Para mí, el tema de la memoria de Franco se ha llevado con una estrategia equivocada. La pregunta es: ¿queremos que las nuevas generaciones olviden para siempre al caudillo dictador o queremos que no se olvide nunca jamás?

Si se quiere lo primero, la hemos pifiado. Los españoles gustamos de llevar la contraria a todo. Y aquí estamos hablando de aquel sujeto y de sus antepasados. Tumbas que estaban llenas de excrementos de palomas y polvo petrificado pasan a ser limpiadas y se les ponen flores frescas. En fin...

*Abogado. Urbanista