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Acaba de ver la luz pública un libro muy interesante sobre la vida y obra de un excelente entomólogo español, Juan Gil Collado, enraizado con Castellón por motivos familiares y científicos. En el primer caso, padre político del físico Premio Príncipe de Asturias, Federico García Moliner, y progenitor de la también científica, recientemente fallecida, Carmen Gil Fernández. Pero, además, destacable es su íntima relación con los dos grandes geólogos castellonenses, Vicente Sos Baynat y José Royo Gómez. Y, posteriormente, su amistad y trabajo con el entomólogo de nuestra ciudad, Juan Manuel Font Bustos. Además, Gil Collado fue pionero en el descubrimiento en el lejano año 1926 de insectos fósiles en una mina de Ribesalbes. El libro, primorosamente editado y pulcramente redactado, está escrito por su nieto el arquitecto Víctor García Gil y por Alberto Gomis Blanco, catedrático de Historia de la Ciencia.

La labor de este entomólogo fue clave para erradicar el paludismo en España, una enfermedad endémica que tantas muertes causaba en buena parte del país. Por este y otros motivos estuvo representando a España en los años 30, junto a Sadí de Buen, en las reuniones de la Organización de Higiene de la Sociedad de las Naciones, embrión de la actual Organización Mundial de la Salud, todo un reconocimiento a su importante labor científica, tal como consta en los informes de la prestigiosa Fundación Rochefeller.

Entre sus logros científicos son destacables los trabajos de biología y distribución geográfica de los Anopheles, transmisores del paludismo, el problema de la diferenciación específica en el complejo de los Anopheles masculipennis, distribución geográfica de especies, estudio sobre los mosquitos arborícolas de Madrid, etc. Una nueva especie, a propuesta de sus discípulos, lleva su nombre: Aedesgilcolladoi.

Pese a un reconocimiento internacional de su labor investigadora, el final de la guerra civil no le fue nada propicio, pues sufrió juicio, depuración y expulsión de la función pública, pero supo mantener siempre su dignidad, lealtad y coherencia con sus principios. Sus numerosos alumnos que comenzaban sus estudios en Entomología Médica Veterinaria, agradecidos, lo consideraron siempre como un gran maestro en su especialidad. Y en Castellón, sin desprenderse nunca de su inseparable cazamariposas, el científico estuvo muchos veranos con su familia y varios amigos, entre ellos, Sos Baynat y Royo Gómez con quienes compartió no solo ciencia, sino también sus inquietudes políticas y su republicanismo: el primero sufrió la clandestinidad; Royo Gómez el exilio y él, Gil Collado, juicio, depuración y expulsión de la función pública. Pero conservó siempre la dignidad y el ser reconocido como hombre de ciencia y valores.