La noche del domingo pasado fue muy agitada: todo el mundo estaba pendiente del desenlace del niño Julen. Al despertar por la mañana me apresuré a ver en la televisión el final de la tragedia, que todos teníamos en mente. ¡Habían transcurrido trece días! Era prácticamente imposible la anhelada supervivencia, aunque la esperanza, hermana del sueño y de la muerte, alumbraba tibiamente a muchos.

Ha sido un desgarro vital, especialmente para los padres, pero del que todos hemos participado y aprendido.

SIN EMBARGO, ha quedado patente en el ser humano el firme compromiso de la solidaridad: nadie ha sido ajeno a la tragedia. He sentido honda emoción al ver el trabajo abnegado de mineros, bomberos, Guardia Civil, autoridades, psicólogos, empresas y ese que llamamos pueblo. Todos hemos estado pendientes de lo que ocurría en Totalán. La Solidaridad, con mayúsculas, ha sido la nota predominante y espero que, aun con la desgracia a cuestas, los padres sentirán el apoyo de todos cuantos la han vivido de cerca o de lejos.

EL SER HUMANO es capaz de grandes cosas como bien decía Sófocles: «De cuantas maravillas pueblan el mundo, la mayor es el hombre». Y en esto tenía toda la razón.

Pese al fatal desenlace, el operativo de rescate desplegado en Totalán ha sido un ejemplo de profesionalidad y de solidaridad. Algo que nos gustaría se extendiera a esas relaciones humanas que, muchas veces, nos conducen por caminos insolidarios sin pensar en el «otro».

*Profesor