Las fiestas de la Magdalena se acercan, y la romería, nos llevará a la rabassa maternal como reza el Pregó del poeta Bernat Artola. Pues bien, el eminente y erudito arqueólogo Francesc Esteve (de recordada memoria, por su enciclopédico saber y su literaria personalidad) halló piezas líticas del calcolítico, (hace más de 4.000 años) precisamente en las cercanías del montículo de la Magdalena, al que, con plena justicia, podemos designar como cuna de la existencia castellonense. La “llar pairal” como diría el poeta Miquel Peris.

Pero no fue solo el cerro del Castell Vell. El pintor y arqueólogo Juan Bautista Porcar hablaría, además, de hábitats de este periodo en lugares de la marjalería, cercanos a la costa del Grau, en el entorno del Pinar y en el idílico paraje del Molí de la Font, al que la narrativa romántica denominó como La Font de la Reina.

Aún más, el malogrado doctor Francesc Gusi, infatigable en el estudio científico de los yacimientos de la Plana, desde el servicio arqueológico de la Diputación Provincial de Castellón, escribía al respecto de estos establecimientos que cercaban la actual zona del Grau, que sus restos derruidos “conformaron pequeñas elevaciones de terreno conocidas como pujolets, como los de Altava, Campos, Baralluga, Talala, Vinatxell, Barrera, Matamoros, Almassorí, Carreter, Menescal, Alegre, de la Torre, Cama, De la sal, Burgaleta, Xaraplo, Camí Fondo, Tarasona, Camp de Tir y Gasset”, lugar, este último, que conoció, hace 60 años, una significativa prospección con importantes hallazgos que fueron depositados por Porcar en el Museo Provincial. H