Un año más, la dedicación de la asociación Smara ha hecho posible la llegada esta semana de 33 niños saharauis a Castellón, donde permanecerán hasta el próximo 2 de septiembre.

A pesar de la gran labor realizada, Pura Rodríguez, representante de la asociación, recuerda apenada que muchos menores no han podido venir por falta de ayudas económicas a las familias de acogida. «No tenemos la subvención que desearíamos», reclama a los ayuntamientos. Por eso espera que estas se incrementen y puedan llegar más niños durante el próximo año.

Como es habitual, los jóvenes proceden de un campamento de Tindouf, en pleno Sáhara, que Pura define así: «Es el lugar más inhóspito del desierto. La zona de la camada que le llaman ellos. Hay temperaturas extremas, de más de 50 grados. Sin alimentos y sin agua para refrescarse». «Cuando ven el mar alucinan», asegura con emoción.

Los niños viven con familias de acogida de Castelló, Vila-real, la Vall d’Uixó, Benicàssim, Almenara y Vinaròs. «Muchos de los que vienen son repetidores. Algunos lo hacen por tercera, e incluso, cuarta vez», indica la representante de la asociación Smara, que apunta nostálgica: «El año que viene la mayoría no podrán volver, ya que tendrán 12 años, edad límite para participar».

«Normalmente, cuando un niño vuelve durante varios años seguidos suele vivir con la misma familia siempre», afirma Pura Rodríguez, que cuenta su experiencia en esta iniciativa: «Yo misma tuve dos niños durante dos años».

Renovación del programa

Además, la llegada de nuevos pequeños implica la retirada de muchas familias. Por eso, Rodríguez incita a participar en este programa de acogida, cuya inscripción comienza en el mes de abril.

También señala que el único requisito para acoger es disponer de tiempo libre para dedicar a los pequeños, ya que «cuando vienen necesitan bastante atención para conocer y adaptarse a nuestra cultura y costumbres», insiste.

«Una vez aquí, los jóvenes hacen vida normal, como uno más de la familia», detalla. Aunque no pueden salir de España, los padres adoptivos pueden marcharse de vacaciones con el niño a cualquier lugar de la geografía española.

La situación en el desierto

Las inundaciones destruyeron en varias ocasiones el campamento en el que viven los niños y sus familias, formado por jaimas de lona y casas hechas de adobe. Esta situación hizo que Pura Rodríguez, ya en el 2008, definiera del campamento como «estar en el infierno», y asegura que tras cada inundación «es muchísimo peor que eso».

La asociación trabaja desde 1993 para que los niños puedan escapar, al menos durante el verano, de la precaria situación en la que viven. Rodríguez concluye: «Si miramos atrás, tenemos una obligación moral con este pueblo».

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