Muchas veces hemos criticado en esta columna tanto las malas prácticas como la desidia de nuestros políticos. Es de justicia, pues, que también sepamos reconocer y valorar los esfuerzos cuando se hacen las cosas bien. Me refiero en este caso al anteproyecto de Ley de Turismo, Ocio y Hospitalidad, recién presentado. Es una ley innovadora y avanza en cuestiones clave que afectan a nuestro turismo, como pueden ser el intrusismo de las plataformas digitales o el derecho de los trabajadores del sector a un salario y unas condiciones laborales dignas. Pero, ¿cómo conseguirlo?

Por supuesto que la ley establece las obligaciones y sanciones para aquellos que no cumplan. Pero esta ley se apoya también en la fuerza de los valores, por ejemplo en el respeto y la inclusión. Es una ley que hace una insistente llamada a la participación y a la corresponsabilidad. La ley sabe que sin la implicación de todos los agentes turísticos poco se puede hacer.

Pues bien, encima de la mesa hace tiempo que tenemos un grave problema y es hora de poner a funcionar esta colaboración. Mientras que los beneficios empresariales del sector turístico no paran de crecer, los salarios están estancados desde hace años y las condiciones laborales empeoran. La primera prueba de la voluntad de la patronal y de la propia administración debería ser recuperar el convenio colectivo en el sector de la hostelería, el colectivo más demandado de nuestra provincia y el peor tratado. Si no se quiere colaborar pronto se verán las consecuencias de una palabra que empieza a sonar fuerte: turismofobia.

*Catedrático de Ética