El doctor Jordi Usó, natural de Burriana, dirige desde hace más de 20 años la unidad de enfermedades infecciosas --dentro del área de medicina interna-- del Hospital General. Sus compañeros de planta y él fueron los primeros en enfrentarse a la pandemia del coronavirus y por sus manos han llegado a pasar un centenar de infectados en un mismo día.

--¿Cómo fueron los primeros momentos de lucha contra la covid-19, una enfermedad hasta la fecha desconocida y sin vacuna?

--Ha sido un tsunami brutal a todos los niveles, una hecatombe. Hemos llegado a hacer cien horas a la semana entre guardias, seguimientos a pacientes, reuniones, coordinación de equipos...

En nuestra unidad siempre hemos visto los casos de VIH, paludismo, tuberculosis, bacterias multirresistentes, malaria... Nos hemos encargado de los problemas emergentes. Sin embargo, con la escalada del covid-19 hemos pasado de ser tres médicos (más nueve residentes), a ser muchísimos más y tener ayuda de profesionales de medicina interna, pedriatría, reumatología, digestivo, endocrinos... Medio servicio se nos infectó y los médicos tenían que estar en casa cuando lo que querían era ayudar.

--¿Qué ha fallado en la gestión de esta crisis sanitaria?

--En el caso concreto del coronavirus, al principio no se le prestó a nivel internacional suficiente atención. Con el virus de las vacas locas, la gripe A, el ébola o el SARS pasó lo mismo: tienen mucha visibilidad en un momento determinado, pero luego la gente se olvida de ellas y es un error porque siguen estando ahí. Las infecciones emergentes serán cada vez más en el mundo actual.

Cuando salió el virus en China, nos engañaron. Si hubiesen hecho públicos los casos que realmente había, se hubieran tomado más medidas. Del 2% de mortalidad del que hablaban al principio, ha acabado siendo el 10%. Cuando se extendió a Italia, en España tampoco lo vimos venir. Hubo aficionados del Valencia en Italia, partidos de fútbol con equipos italianos que se jugaron aquí (aunque a puerta cerrada), cenas falleras, un congreso de Vox, manifestaciones multitudinarias el 8M, mascletàs en Valencia... En países nórdicos no se ha producido una afección como tenemos aquí porque no ha habido eventos multitudinarios.

--¿Qué opina del plan de desescalada planteado por el Gobierno de Pedro Sánchez?

--Los pueblos tendrían que salir antes porque el problema, como digo, son las aglomeraciones y, por ejemplo, el transporte público. Desde mi punto de vista, la medida a implantar debería ser el uso obligatorio de la mascarilla en público. Si se hubiesen llevado desde el principio no hubiésemos llegado a esto.

--¿Cree usted que los castellonenses están concienciados acerca de la gravedad de la situación y sobre las medidas preventivas?

--Lo cierto es que yo, personalmente, donde más seguro me siento es en el hospital porque creo que en la calle la gente no es aún consciente de la complejidad del virus al que nos enfrentamos. Es lo que yo percibo.

--Desde hace un mes y medio hablamos el lenguaje de las curvas: de muertes, contagios... ¿Cómo ha sido en Castellón la evolución de la curva del coronavirus?

--Al principio, fue brutal. En la segunda quincena de marzo la situación que vivimos fue de desborde absoluto. Pasamos de cero a cien enfermos ingresados en el primer mes. Pedimos ayuda a otros servicios del hospital y la respuesta de los profesionales fue increíble. La gente se prestaba voluntaria, doblaba turnos, renunciaba a los descansos porque no se podía... Ahora estamos en otra fase, la de bajada.

--Los niños comenzaron a salir a la calle hace ya una semana y ayer fue el primer día en el que se permitió la práctica deportiva y los paseos a los adultos. ¿Teme que el desconfinamiento pueda provocar rebrotes?

--Me da miedo que se vuelvan a ver imágenes como las del cauce del Turia en Valencia y que vuelvan a repuntar los casos si la gente no sale de casa con criterio.