El 2015 trajo para el Barça un panorama aterrador: una directiva atornillada a la poltrona por unos estatutos; el club sin poder fichar y en permanente estado de judicialización; Zubizarreta, cesado; Puyol dimitido; y el culo de Luis Enrique oliendo a chamusquina. Como lo hicieron fatal y lo explicaron peor decidieron entregar las llaves de la entidad a Messi, y haga usted lo que pueda. El argentino tomó el mando, se rodeó de dos lugartenientes y en pocos meses adecentó la situación y el Barça lo ganó todo. Y llevan camino de repetir.

Messi y sus colegas se divierten, se buscan, se encuentran, se abrazan, son pura zalamería; cualquier día se besan como Iglesias y Doménech. Acabarán llevando a los niños a la misma guardería, irán juntos de vacaciones o forzarán en marzo la quinta amarilla para ir a Brasil a felicitar a la hermana de Neymar.

El técnico decidió no molestar. Los tres ganan partidos y títulos. Piqué es un avanzado que cualquier día hará un Periscope en Marte. Los directivos, cuando sus conductas investigadas lo permiten, calculan lo que se puede gastar. Ni una palabra de cantera, la esencia del Barça. No piensan que Iniesta, Busquets y Florentino no serán eternos. H