El Villarreal sumó su quinta victoria consecutiva en esta Liga ante un gran rival como el Deportivo. Un triunfo que sirve para poner tierra de por medio, con cinco puntos de ventaja, sobre el quinto, y que le consolida en posiciones Champions. Pero lo mejor volvió a ser la sensación de equipo con letras mayúsculas que volvió a ofrecer el Submarino, capitaneado por un Bruno Soriano sensacional que aguantó la presión de marcar un penalti en el último suspiro del partido. Un gran bloque que despega con fuerza en la Liga y que comienza el 2016 como concluyó el 2015, a un nivel altísimo. La idea de Marcelino se continúa interpretando a la perfección. El mejor jugador del Villarreal es el equipo. Y los triunfos van cayendo como fichas de dominó

El combinado amarillo marca una tendencia. Cuando los groguets juegan, el terreno de juego se convierte en un tablero de ajedrez en el que los movimientos de las piezas siguen una pauta ordenada y sincronizada.

Su funcionamiento se asemeja al de una colmena. Once abejas obreras que trabajan para el equipo, la única reina a la que todos se deben. Todos creen en la idea. Unos días se desarrolla con más brillantez y otros con menos, pero el esfuerzo y el sacrificio de este grupo es innegociable.

El técnico asturiano del conjunto de la Plana Baixa ha encontrado un bloque con 14-15 jugadores y mueve las piezas, cuando puede y están disponibles, con un sentido común loable. Ayer cambió un par de hombres respecto al once que ganó al Valencia en el derbi (1-0) con la entrada de Pina por Trigueros y Rukavina por Adrián Marín en el lateral izquierdo.

LA FÓRMULA // Ha encontrado, igual que la temporada pasada, una fórmula con Jonathan dos Santos en la banda derecha que le transmite al equipo un equilibrio defensivo que está convirtiendo al Villarreal en un conjunto muy difícil de superar esta temporada

En Riazor se enfrentaban dos de los bloques que mejores sensaciones están ofreciendo en esta Liga. Ambos con sus matices y diferencias, pero con apuestas frescas y gusto por el fútbol. Dos buenos equipos. El Submarino, como es habitual, trazó dos líneas de cuatro que basculan con sincronización y organización cuando el balón está en poder del rival. No deja huecos y la solidaridad colectiva alimenta su fortaleza defensiva.

Con el balón, las alternativas son variadas, aunque su peligrosidad crece cuando el rival deja espacios por delante. En ataque estático la eficacia desciende. Cécric Bakambu y Roberto Soldado necesitan más juego.

El partido era entretenido. Sin embargo, tanto a los de la Plana Baixa como a los coruñeses les costaba generar peligro.

Los gallegos tuvieron a Luis Alberto como su hombre más incisivo y en la movilidad de sus jugadores de arriba su mejor baza.

FACTOR SORPRESA // El Deportivo es un equipo que busca la contra como su arma y que suele descolgar dos o tres jugadores arriba, incluso en las acciones a balón parado en defensa. El Villarreal aprovechó esa circunstancia para sorprender a los locales. La inteligencia de Jonathan dos Santos en un córner, botado a la corta para Mario, concluyó en un pase al área donde la superioridad numérica de los amarillos concluyó en un certero remate de Bruno Soriano a la red.

Con el 0-1, el Submarino se sintió mucho más cómodo porque gozó de más espacios para salir al contragolpe. Y, a raíz de ello, Soldado tuvo el 0-2 en el último suspiro del primer tiempo.

El Deportivo salió con una marcha más de vestuarios. Y su arreón inicial tuvo premio. Luis Alberto, el mejor de su equipo ayer, batió al guardameta francés Areola, lo que no es una tarea fácil ni al alcance de todos.

Con el empate, Denis Suárez tuvo el 1-2 en su punto de mira, pero falló en algo que al gallego se le da muy bien, que es la definición a la contra. Se marchó por velocidad, pero en el mano a mano no supo definir. Luego el árbitro favoreció al Villarreal al no señalar un penalti de Areola que arrolló en su salida de puños a un jugador del Depor en el área. Penalti claro.

MOVIMIENTO DE FICHAS // El partido, que se había descontrolado por unos minutos, recuperó sus patrones. Control del balón marcado por un juego más en corto en ambos bandos, aunque con esporádicas transiciones rápidas.

El orden primaba sobre la imaginación y las llegadas al área no se prodigaban en exceso. Marcelino movió el banquillo para dar refresco y dio entrada a Leo Baptistao y Samuel García.

Y precisamente este último generó la acción de un penalti tan claro como infantil de Fernando Navarro sobre el malagueño. Un regalo que Bruno Soriano, el capitán del Submarino, aprovechó para marcar el 1-2 definitivo. Una victoria de prestigio de un gran equipo como el Villarreal. H