Dos últimas jornadas, todo en juego. Y cuando llega la hora de la verdad, importa tanto la clasificación como las sensaciones con las que llega cada equipo. El Castellón, de los ocho conjuntos que tratan de huir del descenso (recuerden: tres plazas más la del play-out quedan por adjudicar), es el valor más seguro, si es que se puede utilizar esta expresión, teniendo en cuenta como ha transcurrido la temporada.

Sin embargo, por resultados recientes (los suyos y los de los demás rivales directos), junto a esa hipotética victoria del domingo en Cuenca que le podría dar incluso la salvación matemática (si el Sabadell pierde en casa contra el Ejea y el Peralada-Alcoyano termina en empate; más la última bala en Castalia contra el Barcelona B el día en que la competición regular baja el telón), permiten ser prudentemente optimistas.

DEL NEGRO AL BLANCO // Dependiendo de sí mismo y fuera de la zona de peligro --¡quién lo hubiese dicho hace justo dos meses, a la salida de Paterna!--, la situación es favorable y propicia. El Castellón ha sumado 14 de los últimos 24 puntos en juego (sería quinto, en una clasificación de esas ocho últimas jornadas) y 8 en las cinco precedentes (sería séptimo). Poco, pero por encima de Teruel (7); Alcoyano, Sabadell y Mestalla (6); Conquense (5); y Peralada (3). Con lo equilibradísimo que está todo, cada punto es un auténtico tesoro. Y eso que los orelluts no se han beneficiado de la retirada del Ontinyent, como sí lo han hecho los aragoneses o el filial che.

Además, el Castellón tiene que desempeñarse con la sangre fría y caliente a la vez, como recomienda Rafa Gálvez en esta larga semana antes de en Cuenca. «Este partido tenemos que jugarlo con el corazón, pero sobre todo con mucha cabeza». Desde luego, nada que ver con el talante inicial del domingo o del tono mortecino que exhibieron en todo el encuentro de la Nova Creu Alta.

Porque los albinegros juegan principalmente en La Fuensanta, pero también otros escenarios. La victoria sería fantástica (puede que definitiva) y el empate bien podría llegar a ser satisfactorio. Pero lo que está prohibidísimo, por mucho que no fuera concluyente, es la derrota. Le devolvería a la zona de descenso y, lo más probable, es que dejara de depender de sí mismo.