Después de una pesadilla de casi dos años, con ocho pasos por el quirófano, Santi Cazorla hizo realidad el sueño de regresar a la competición. Desde que el 19 de octubre del 2016 se tuvo que retirar de un Arsenal-Ludogorets de Champions incapaz de aguantar el dolor en su tobillo derecho, el centrocampista de 33 años no había vuelto a jugar un encuentro oficial y el sábado lo hizo vestido de nuevo de groguet, con el club en el que se encumbró y con el 19 a la espalda de su amigo Senna, al que le hacía «especial ilusión» que fuera Cazorlita el heredero de su camiseta.

En los 73 minutos que estuvo sobre el césped de La Cerámica demostró que la bacteria que se comió ocho centímetros de su tendón de Aquiles derecho y que amenazó con no dejarle volver a caminar no le hincó el diente a su enorme calidad. Cambios de juego milimétricos, caños... «Me costó más en la segunda parte por alguna molestia que ha aparecido, pero para ser el primer partido después de tanto tiempo sin jugar estoy satisfecho», dijo, ya recuperado de una jornada en la que tuvo que hacer frente, además del gran esfuerzo físico, a un torbellino de emociones que rondaron por su cabeza, sobre todo en los momentos previos al estreno. «Una vez en el campo te intentas olvidar de todo lo que ha pasado en estos últimos dos años», añadió.

El regreso de Cazorla estuvo acompañado por una buena actuación personal, jaleada por la afición amarilla cada vez que el mago del Villarreal entraba en contacto con el esférico. Lo único que no le acompañó fue el resultado ante la Real (1-2), marcado por los dos graves fallos de Funes Mori y Álvaro, a los que, como buen compañero y peso pesado del vestuario, arropa: «Cuando uno comete un error tienes que estar a su lado». «Tenemos que intentar corregir los errores que hemos cometido para que no vuelvan a pasar», incide tras el fallido debut del Submarino en la Liga 2018/2019.

La historia de un ‘calvario’

El contador oficial de la pesadilla de Cazorla arrancó aquel 19 de octubre ante el Ludogorets, pero también se podía situar hace cinco años, cuando el 10 se septiembre del 2013 se tuvo que retirar de un amistoso con la selección con un golpe sin aparente importancia en el talón derecho. Hacía un año que había llegado al Arsenal. El golpe derivó en fisura y esta en un dolor que le hacía saltar las lágrimas en cuanto se enfriaba y que se agravó tras el parón que tuvo que hacer al romperse la rodilla izquierda en diciembre del 2015.

Desde entonces todo fue de mal en peor hasta que en mayo del 2017, unos meses después de que los doctores del Arsenal hubieran arrojado la toalla se puso en manos del médico vitoriano Mikel Sánchez, que descubrió el festín que se estaban dando las bacterias, acabó con ellas y reconstruyó lo que habían destrozado. El resto fue obra del tesón de Cazorla y de las manos del fisioterapeuta Juan Carlos Herranz, al que conoció en la selección y a cuya ciudad, Salamanca, se trasladó para acudir cada día a su clínica. Ahora toca disfrutar de su magia.