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@josellizarraga

Existen dos formas de invertir en el fútbol: el capital emocional y el negocio. Es evidente que a alguien que viene de miles de kilómetros de distancia a invertir en un club no es por el amor a la camiseta ni a los colores. Lo normal es que se haya informado de las posibilidades de rentabilizar la inversión y para ello busque a los mejores gestores de su confianza. Peter Lim llegó a Valencia como aquella película de Berlanga titulada Bienvenido Mister Marshall. El empresario de Singapur vio un buen nicho de negocio en uno de los clubs con más potencial de la Liga, ubicada en la tercera ciudad en población de España. Vislumbró vías de negocio con las parcelas de Mestalla, además de contar con un buen escaparate para promocionar jugadores con Jorge Mendes. No creo que merezca la pena que yo recuerde como está el Valencia en estos momentos. Es muy posible que la próxima temporada el reajuste económico sea tan grande en Mestalla que su presupuesto pueda bajar de los 100 millones de euros. En Málaga también ha sucedido una historia parecida. Y hablamos de dos de las grandes urbes del país.

Luego está el capital emocional. Pondría ejemplos como el del Eibar que pueden servir para lo que es un modelo diferente, con la adquisición de acciones cargadas de sentimiento para cubrir el capital social. Incluso, conozco a un gran aficionado albinegro de Castellón que en su día adquirió títulos del club eibarrés por esa carga emotiva que le despertaba el simpático equipo vasco.

EL CAPITAL EMOCIONAL DEL CASTELLÓN / El CD Castellón es para mi un ejemplo de ese capital emocional del que yo hablaba. Un grupo de locos entusiastas de su club, matizando el término locura con todo el cariño del mundo, llevan años luchando contra aquellos que hundieron a una entidad tan querida en la capital como si de El Fadrí o la Lledonera se tratara. Se merecen que el juez premie su lucha devolviendo al Castellón el orgullo de ver cómo quienes presuntamente lo desvalijaron sean castigados. Algo habrá cuando los antiguos propietarios (o actuales diría yo) ponen como condición en cualquier negociación que se retire la querella. Y así estamos. La lucha sigue.

Y el Castellón continúa en manos de alguien al que le importa cero la camiseta y el proceso de desintegración al que lo ha sometido. Solo vive preocupado de prorrogar su contrato laboral. Sus cuentos chinos son ahora la existencia de un grupo que viene de la mano de un agente de futbolistas valenciano con no muy buena reputación. La lógica me dicta, sin entrar a valorar nada más, que alguien con dos dedos de frente no arriesgaría su dinero y lo pondría en manos de un gestor que ha generado un agujero insostenible en cinco años en Tercera División. Nadie con dos dedos de frente le dejaría su empresa a un hombre bipolar. Cruz se ha venido riendo de la gente de Castellón sin ningún tipo de pudor. La deuda que ha generado lastra a quien quiere coger el club por la vía del capital emocional, la que ha llevado a albinegros de pro como Pablo Hernández o Dealbert a querer arriesgar su dinero. Pero también está la vía de la responsabilidad que tienen miembros del Consejo como Cano-Coloma o los consejeros que siguen en el CD Castellón con Cruz.

Cruz no puede engañar ya a nadie en Castellón. Su nariz ya es demasiado grande. Cuando un presidente hace de los juzgados su casa... no hay nada que añadir más. Vete ya, por favor. No hundas más al CD Castellón. Y Castalia es de todos los castellonenses. ¡Basta!