Con la transformación aún reciente, el Atlético demostró en Valladolid que no conserva todos los preceptos del viejo libro de Simeone. Esos partidos que salen grises, discretos, broncos ya no terminan en una deslucida victoria a la que se agarraban los críticos. El Atlético transmitió la sensación de poco interés ofensivo de otras épocas, aunque la alineación no llamaba a ello y no parecía la intención. Cuando se fue a por el partido, ante la necesidad, le faltó lucidez para romper un empate a cero por el que el Valladolid peleó de forma meritoria y productiva. No tuvieron su mejor día las estrellas rojiblancas y no apareció un milagro, pero el Atlético sigue sumando.

Simeone repitió con el tridente ofensivo, camuflado en el 4-4-2, con Morata de vuelta junto a Costa por delante de João Félix, pero el partido salió trabado, entre broncas, tarjetas y tensión, sin fútbol. El balón era un lujo efímero en los pies de los jugadores llamados a marcar la diferencia, rápidamente arrebatado por el rival a través de cualquier medio.

PENALTI DE VAR // El duelo se encaminaba al descanso con un rancio 0-0 cuando apareció el VAR. El videoarbitraje propició un penalti por un roce de Thomas sobre Sandro que estaba lejos de ser en lo que se convirtió después del paso por la televisión: un error claro y manifiesto del árbitro, al menos antes del VAR. Ni aún así llegó el gol, Sandro mandó a las nubes el disparo desde los 11 metros. Tras el descanso no se llegó a palpar la sensación del antiguo cholismo de que el partido se encaminaba inexorablemente hacia un triunfo rojiblanco por la mínima, pero a diez minutos del final Correa estrelló un balón en el palo de Masip. El Valladolid se concentró en cerrar el partido con un punto y lo consiguió.

«Nos falta más precisión, contundencia y rabia en los metros finales», algo en lo que «están trabajando», admitió Simeone.