Cuando empezó a granizar la Vuelta se convirtió en un caos. Los ciclistas, que se encontraban en una zona sin asfaltar, bastante hacían con mantener el equilibrio. Ni querían frenar ni acelerar. Superman López se fue al suelo y Primoz Roglic, obstaculizado por una moto, también. Marc Soler, en aquellos instantes, ya soñaba con ganar en Andorra, porque allí vive y, sobre todo, porque hacía días que en su equipo le decían que la novena etapa era para él. En el caos generalizado ganó una jovencísima promesa del ciclismo mundial, de solo 20 años, un esloveno llamado Tadej Pogacar que forma parte, con pocos años de diferencia, de la nueva hornada de corredores donde también están Egan Bernal, Remco Evenepoel, Wout van Aert y Mathieu van der Poel.

La granizada derrumbó una etapa magnífica, dejó durante varios minutos a la Vuelta sin televisión y azotó como si cayeran cuchillos en vez de piedra a unos ciclistas que hubieran preferido refugiarse en un portal a la espera de que mejorase una situación de «condiciones extremas», tal como lo describió Nairo Quintana, nuevo líder de la carrera.

En solo 94 kilómetros pasaron más cosas que en buena parte de las etapas hasta ahora superadas. Hubo fugas, ataques lejanos de candidatos a la victoria como Superman, contragolpes de Valverde y Quintana, en lo que parecía una alianza colectiva contra Roglic, el gran favorito para la contrarreloj de mañana, tras la jornada de descanso de hoy en Pau. Sucedieron cosas durante y hasta después, cuando los ciclistas tiritando de frío trataban de salir lo más airosos posible de la zona de meta. Sufrieron como perros encima de la bici para dejar la general de la carrera más atascada que nunca aunque con una contrarreloj que abriría como si fuera un tapón la botella de la general en la que andan metidos los cuatro primeros de la tabla; entre el líder Quintana y su compañero Valverde, que ahora es el cuarto, solo hay 20 segundos.

Y hubo también una imagen que nunca se debió ver por mucha razón que tuviera Soler. «La orden fue que se parara para que me esperase. Es lo que pasó. Sin más». Así lo resumió Quintana, sin mojarse más allá de la lluvia natural, tras enfundarse el jersey rojo. Soler se coló en la gran fuga del día. Superó con sobresaliente la peligrosa zona sin asfaltar y se presentó en solitario a la ascensión final a Els Cortals d’Encamp. Iba lanzado al triunfo. Contaba con unos segundos de diferencia y cuatro kilómetros para la cima cuando atacó Quintana con Pogacar. Y entonces se produjo una situación para incrementar el caos colectivo. Le ordenaron desde el coche del Movistar que esperase a Quintana. Comenzó a gesticular, a exhibir su cabreo para acceder de muy mala gana a aguardar la llegada de Quintana mientras Pogacar ponía la directa en busca del triunfo.

Fue una pésima imagen para el Movistar, que tuvo a Valverde controlando a Roglic. Pero fue la muestra del caos general.