Cuando se ha estado en lo más bajo, asomado al abismo y a punto de abandonar, la visión de la vida cambia. Y cuando uno consigue salir del túnel y ver la luz, empezar de nuevo, es una persona diferente. También en el tenis. Y si alguien lo ejemplifica es Juan Martín del Potro.

El argentino cayó en los cuartos de final del Abierto de Estados Unidos ante Stan Wawrinka, el número 3 el mundo. Pero Del Potro se marcha sintiéndose “claramente el ganador”, aunque el marcador lanzara ese 7-6 (7-5), 4-6, 6-3 y 6-2 que pone al suizo en una semifinal contra Kei Nishikori y le deja a él sin opciones de intentar reconquistar el grande que logró en 2009 cuando tenía 20 años.

Esa sensación la explican mejor que nada 80 segundos. Cuando a la 1.18 de la madrugada del jueves Wawrinka servía en el cuarto set, 5-2 arriba, los cerca de 3.000 espectadores que quedaban en un estadio para entonces semivacío lo llenaron con aplausos y un clamor. “¡Oé, oé, oé, oé! ¡Delpo, Deeelpooo!” Wawrinka, consciente de la trascendencia del momento, se retiró un poco hacia el fondo, y dejó a su contrincante bañarse en ese amor a gritos, llegar de nuevo hasta las lágrimas ante el reconocimiento de unos fans que entienden el esfuerzo, la tenacidad y el espíritu de superación que laten tras cada presencia de Del Potro en una pista.

BENDITA DECISIÓN

No fue mucho después de ese título neoyorquino logrado en 2009 frente a Roger Federer cuando una lesión en la muñeca derecha alejó a Del Potro de la competición y le obligó a someterse a una cirugía. Y aunque regresó, y para 2014 había alcanzado el cuarto puesto en la clasificación mundial, empezaron entonces los problemas con un tendón en la muñeca izquierda. Una operación, otra, y la angustia de ver que nada se solucionaba. Para junio de 2015 Del Potro se planteó seriamente retirarse. Decidió entonces dar una última oportunidad al bisturí. Bendita decisión.

En febrero de este año, Del Potro volvió a la competición. Se perdió Roland Garros pero en Wimbledon alcanzó la tercera rondatras vencer, precisamente, a Wawrinka. Pero el delirio por su celebrado retorno estalló en los Juegos de Río, donde batió a Novak Djokovic en primera ronda, dejó a Rafael Nadal sin opciones de luchar por el oro y se colgó la plata en un grandioso partido con Andy Murray.

El Abierto estadounidense decidió invitar a ese jugador que según los ránkings era el 142 del mundo. Y cada partido, incluso la derrota, ha sido una celebración. “Es difícil describir con palabras. Puedo haber perdido el partido pero nunca lo olvidaré. Esto vale mucho más que un partido, que un torneo”, explicaba luego en su encuentro con la prensa un Del Potro “feliz” y “orgulloso” porque sabe que fans y compañeros respetan su esfuerzo.

LIBRE

Estos días en Nueva York Delpo ha contado que se siente “libre”. Siente también que su tenis “empieza a responder” como quiere, aunque todavía le quede por delante trabajo concreto, como mejorar el revés, y un camino de preparación física para estar “al cien por cien” que incluye entre tres y cuatro horas diarias de terapia. Y llegará también el momento de buscar entrenador, porque ha estado jugando sin uno.

Pero a Del Potro, que se marcha de Nueva York habiendo ascendido hasta el puesto 63 del ATP y ya no necesitará invitaciones para competir, le va a seguir empujando algo más. “Las emociones que me hace vivir la gente son imborrables”, decía también en Nueva York en su despedida. “Tal vez ni ganando un torneo las tenía. Disfruto mucho más”, reconoce. Es capaz de reír incluso cuando va perdiendo. Y de llorar. Como un ganador.