No es extraño observarle cierta cara de sorpresa a Pep Guardiola ante algunas de las preguntas que recibe en sala de prensa. «¿Después de tres derrotas, te cuestionas más a ti mismo o a los jugadores?» «¿Fue un error colocar a Sterling de nueve, que falló muchas oportunidades?». Ha ocurrido desde su llegada a Manchester y se ha hecho evidente tras las últimas derrotas.

Una parte de su discurso no acaba de entenderse o no quiere ser entendido, o bien las mentalidades son tan diferentes y las derrotas tan atractivas para la crítica que no hay capacidad de entendimiento. Tres en siete días.

A Guardiola se le acusa desde dos teorías opuestas: hay quienes apuestan por poca flexibilidad defensiva y los hay que creen que piensa demasiado y se excede en sus tácticas. Después de la caída europea del City se buscó un titular referente al árbitro y se omitió el mérito del Liverpool.

La falta de sintonía también se hizo evidente hace semanas cuando Pep fue sancionado por llevar el lazo amarillo. En el diálogo con la prensa encontró insistencia sobre la sanción y sus consecuencias, pero no comprensión ni interés por la causa que defendía.

Futbolísticamente es parecido. Interesan sus victorias, pero no su fondo: el juego.

Respecto a su expulsión, la UEFA le ha abierto expediente disciplinario. Ha sido acusado de «conducta inapropiada» por las formas de su protesta ante Mateu Lahoz. Aunque aseguró que no le insultó, fue su gestualidad, y no sus palabras, lo que propició la expulsión.