No estaban los galácticos del PSG, pero el equipo francés ofreció su mejor versión para destrozar al Real Madrid, que sufrió el primer batacazo de la Champions en el Parque de los Príncipes (3-0). Con Neymar y Mbappé partiéndose de risa en la grada, el conjunto de Thomas Tuchel se llevó una alegría tras un verano movidito. El Fideo fue el protagonista indiscutible de la noche. Aprovechó la baja del tridente (Cavani tampoco jugó por lesión) para firmar un sensacional partido ante su exequipo.

No parecía el día propicio para el PSG para firmar una gran victoria en Europa. Pero el campeón francés demostró que tiene mimbres para llegar lejos, incluso sin sus grandes estrellas. Después de gastarse 1.300 millones en fichajes desde su llegada al club, el jeque Nasser Al-Khelaifi pudo comprobar que no siempre se alcanzan los éxitos con los futbolistas más mediáticos sobre el césped. El exsevillista Sarabia, Mauro Icardi y Di María funcionaron de maravilla, ayudados por el despliegue de Verratti y la voracidad de Bernat, un auténtico puñal por el carril izquierdo.

Menos noticias positivas puede extraer el Real Madrid. Más bien ninguna. Es cierto que también tenía bajas, como Luka Modric, Marcelo, Isco, Marco Asensio o el sancionado Ramos, pero la imagen fue desastrosa. Frágil, espeso y sin capacidad de reacción, el equipo no distó mucho del que fracasó ante el Ajax en su adiós europeo del pasado curso. Hazard, fichado por 100 millones, ejemplificó como nadie esa nulidad. No aportó nada. Tampoco Benzema estuvo fino. Solo Gareth Bale destacó en la primera parte. En la segunda desapareció, un clásico del galés.

DI MARÍA Y COURTOIS / El pulso se inició con una posible mano de Militao por unas manos tan claras como involuntarias. Pronto llegó el zarpazo del PSG con un remate cercano de Di María que sorprendió a un Courtois que pudo hacer más (m. 13). El belga salió derrotado en su duelo con Keylor, que no se desgastó los guantes. Una falta de Bale fue la mejor ocasión blanca antes del segundo golpe francés, de nuevo con la firma de Di María. Poco pudo hacer esta vez el mejor portero del pasado Mundial. El disparo del argentino fue perfecto.

Pudo cambiar el guión si una vaselina de Bale hubiese subido al marcador (min. 36), pero el galés se ayudó con la mano en el control antes de su ejecución con la derecha —hubo revisión del VAR—, tan plástica como sorprendente en un zurdo cerrado. El Madrid no mejoró ni con los cambios. Acabó sin chutar a puerta y encajando el tercero en un contragolpe que puso de manifiesto el desplome blanco.