Si Aitana hubiese sido ayer el Ventoux, la tierra habría dejado de girar sobre la cima provenzal. El mundo se hubiera detenido para aplaudir a dos campeones, el que mostraba su señorío, su saber estar, su clase, su constancia y su entrega para atacar hasta nueve veces a su rival. Y el contrincante, vestido con el jersey rojo, que no le dejaba un metro, que lo marcaba como el defensa que no suelta al delantero, aunque, eso sí, sobró el esprint final, que no iba a ninguna parte. Nairo Quintana, en lo alto de la cima alicantina de Aitana, sentenció la Vuelta ante el señorío de Chris Froome.

Nunca se entregó un ganador del Tour que vino a la Vuelta para demostrar que el doblete es posible. Y si lo había probado antes, si perdió la Vuelta ante la locura de Alberto Contador en los Pirineos, si se esforzó al máximo con una contrarreloj de ensueño, por qué renunciar, por qué no probar al líder, por qué no lanzarle esos nueve demarrajes que Quintana neutralizó con una exquisita facilidad, como si subir un puerto de montaña fuera cosa de chiquillos, fácil, como ir en moto y girar el acelerador.

El Sky quiso jugar a ganar la Vuelta. Y para ello atosigó a un Movistar, el conjunto de Nairo, muchísimo más superior que este Sky de Copa del Rey que acompañó a Froome en su intento por conquistar la Vuelta. Los mejores, los exquisitos, los que bloquearon el Tour, se quedaron en casa. Y no porque el Sky no quisiera llevarlos a España. Y no porque el conjunto británico quisiera dotar a su líder de una escuadra de menor envergadura. Si la flor y nata del Sky no vino a la Vuelta es porque acabaron muertos y reventados en el combate del Tour. Una prueba fue Mikel Landa, que renunció a su plaza tres días antes de comenzar la carrera.

Por eso, Froome les pidió a sus compañeros un último esfuerzo, camino de Aitana, por el interior de Alicante, sin las cuestas asfixiantes marca de la Vuelta pero sin una recta en la que soltar las piernas. “Me atacó bajando y me volvió a atacar subiendo, por eso, y por la calentura de la carrera le esprinté en Aitana. Si se sintió ofendido le pido disculpas”, reflexionó Quintana sobre un gesto que, realmente, sobraba entre los dos mejores corredores de esta Vuelta y del ciclismo actual.

El Movistar, a pesar del gravísimo accidente sufrido por José Joaquín Rojas, con fractura abierta de tibia y peroné al caer y chocar contra un quitamiedos, protegió a su líder de la furia del Sky. Y Nairo, seguramente, ya se vio campeón al pie de la verja que indicaba que la meta y la ascensión final estaban en un territorio militar, ante antenas que controlar todo el tráfico aéreo del Mediterráneo. Allí ya solo le quedaba Alejandro Valverde, protección 24 horas, el viejo campeón al que no se le cayeron los anillos ni siquiera para ir a buscar bidones.

Y mientras el francés Pierre Latour ganaba la etapa, Froome aceleraba una y otra vez, cambios de ritmos fuertes y constantes, a los que Quintana respondía sin soltarse de su rueda. Juntos llegaron a la meta, Froome sabiendo que ya no ganaría la Vuelta y Quintana sintiéndose campeón.

contador, sin podio // Sin equipo no se puede ganar una ronda de tres etapas, ni subir al podio, del que Esteban Chaves apeó a Alberto Contador, gracias a su empuje y a la entusiasta colaboración de su escuadra, el Orica. H