Tal como daba inicio el Villarreal-Valencia de la primera vuelta, en la tribuna de prensa del Madrigal, un par de tipos acreditados como periodistas visitantes se transformaban repentinamente en hooligans que no desentonarían en cualquier barra brava argentina.

Despojados de todo respeto y educación arremetieron contra Víctor Ruiz, tildándolo de tarugo y fracasado, siendo Roberto Soldado el otro objeto de su ira, o más bien la madre de Soldado, de la que asegura-ban que observaba vida licenciosa... Y todo a voz en grito, para que quedara bien clara la arrogancia del capitalino en casa del pueblerino.

Igual a estas alturas de la temporada, los dos apólogos de la grosería y la mala educa-ción han hecho un ejercicio de responsabilidad periodística y han caído en la cuenta de que el problema del Valencia no es Víctor Ruiz o Soldado; a lo mejor ni es el palco, el banquillo o los jugadores; igual son más culpables que nadie quienes han cometido delito de tolerancia siendo cómplices y protegiendo a dirigentes, bancos, políticos y televisiones públicas, que todos vivieron del Valencia y entre todos estuvieron a punto de matarlo. Y no hay más que repasar que ha sido de cada uno de ellos desde entonces a ahora. H