Manu Trigueros puso en modo on al Villarreal demasiado tarde. La salida del talentoso futbolista talaverano al campo en la segunda parte supuso un punto de inflexión en el partido… pero la reacción no fue suficiente para voltear un 2-0 en contra después de una primera parte insípida de los amarillos. Y eso que Bakambu lo tuvo en sus pies. El congoleño fue el hombre que abrió el camino con un verdadero golazo, pero también desperdició un par de jugadas que pudieron darle la vuelta al marcador en la segunda parte. Sobre todo una muy clara en el descuento que Mendizorroza vio dentro… pero se marchó fuera.

El Villarreal había sesteado durante 60 minutos y quiso despertar demasiado tarde y con muchas prisas. No le llegó para superar los dos goles del Alavés en el primer acto del partido. Escribá se equivocó con la configuración del once y reaccionó… pero no a tiempo. La derrota aprieta la lucha por esas dos plazas de la Europa League —la tercera dependerá precisamente de que el Alavés no gane la Copa del Rey— a la que se une el Espanyol. El colchón se hace más pequeño.

Escribá resolvió la larga lista de ausencias con las que se presentaba en Mendizorroza de una forma lógica. Álvaro por Víctor Ruiz, Adrián en una de las bandas y Sansone formado pareja de baile con Bakambu. La única sorpresa fue el tándem Rodrigo-Bruno en el centro del campo con la suplencia de Trigueros, que propició que se echara de menos la visión del talaverano en el pase decisivo. Era más una cuestión de las características individuales de Manu que no por la calidad de Rodrigo. Ambos jugaron muy en paralelo y faltó más llegada arriba. Se echó de menos a Trigueros en la primera mitad.

Mayor empuje local

La puesta en escena del Villarreal mantuvo el equilibrio táctico que distingue al equipo y con fases de mando en el juego en los primeros instantes. Ambos intentaron mover el balón con criterio y estética. Igualdad máxima, aunque los de Pellegrino impusieron un poco más de intensidad y velocidad en el arranque del choque.

Jaume Costa y Mario buscaron profundidad por los dos costados. Y se enlazaron buenas acciones, pero la defensa del Alavés no se dejó ganar la tostada en ninguna ocasión. Bakambu y Sansone no abrieron los huecos necesarios y sus movimientos no facilitaban esa asistencia necesaria para inquietar a Pacheco.

El Submarino, no obstante, jugaba bien arropado atrás y tampoco sufría. Una vez más el éxito llegaba por la solvencia defensiva. En ataque el balance de los amarillos era mínimo. Rodrigo y Bruno tenían el balón pero siempre en la zona ancha, donde no se cuece el gol. Los dos mediocentros del Villarreal hacían el campo muy ancho pero también muy largo. Faltaba profundidad e imaginación en la medular.

El Alavés buscó el agujero por las bandas, pero con el objetivo del explotar la fortaleza en el juego aéreo de Deyverson y Toquero. En 10 minutos el Villarreal echó por tierra sus buenos números y su muro se resquebrajó. Ibai, quien ya había puesto a prueba a Andrés con un tiro ajustado que desvió el portero murciano, lo volvió a intentar con una acción similar pero que en esta ocasión se alojó ajustada al palo. Faltaban 10 minutos para el descanso. El guión no varió nada. Al Villarreal le continuaba faltando una pizca de agresividad, otra de velocidad y un puñado de claridad y lucidez para saber generar algo destacado en el área del Alavés. Un poco de muchas cosas sumaban un mucho de deficiencias. La falta de ritmo y ese gen competitivo que distingue al Submarino marcaron el final del primer tiempo.

Llega el segundo

La última jugada escenificó los defectos de un Villarreal desconocido. Se defendió mal en banda y en el área. Musacchio y Álvaro estuvieron blandos y el central brasileño Rodrigo Ely, cedido por el Milán, remató con tanta comodidad como inocente y débil se mostró la zaga amarilla. El 2-0 era una pesada losa para el Villarreal.

A grandes males, grandes remedios. Escribá movió dos piezas y el Submarino despertó y se reactivó. Inyectó neuronas y más desequilibrio y velocidad en el centro del campo. Adrián no tuvo su día y fue un jugador romo y apagado, que dejó coja una de las dos bandas.

Manu Trigueros apretó el botón on del fútbol. Se encendió la luz. Y Sansone, escorado en banda, también dio más vivacidad y peligro. Y Bakambu se inventó un auténtico golazo que dibujaba otro escenario en el partido. Faltaban 20 minutos. El Villarreal hizo un rondo y encerró al Alavés en busca del empate.

Con los vascos sin salir, los amarillos tuvieron varias ocasiones claras para empatar. Sobre todo una muy nítida de Bakambu, que se marchó fuera por nada con Mendizorroza con la sangre helada. Escribá reaccionó bien pero tarde, igual que el Villarreal. Solo quedan seis finales y cada vez menos margen de error.