El Villarreal ya tiene otra cara. Anoche, como es lógico por el cúmulo de contratiempos que persigue al grupo de Escribá desde pretemporada, le costó sacar adelante el primer partido oficial en el Estadio de la Cerámica. Las bajas siguen complicando al técnico para sacar a escena el mejor once posible, y eso siempre es una dificultad añadida, pero Escribá sí logró cambiar la imagen en una cita vital para la confianza del equipo y la propia. Los nombres sobre el campo fueron prácticamente los mismos que protagonizaron los 180 anodinos minuto en el Ciutat de València y en Anoeta. Los mismos que llevaron al Submarino a la cola de la tabla. Las mismas caras, pero otra sensación.

El Submarino mejoró en su primera presencia del presente ejercicio ante sus aficionados, críticos en el inicio —el nombre de Escribá fue silbado, aunque ni mucho menos generalizadamente, en las presentación de las alineaciones— y rendidos después, y sobre todo aprovechó los momentos clave del partido. Dos chispazos, uno en cada parte, cambiaron de signo un partido que el Betis llevó hacia donde quería en la primera media hora y en el regreso tras el descanso. La fe de Carlos Bacca y la frialdad de Mariano Barbosa convirtieron lo que podía haber sido poco menos que un funeral en una gran fiesta de bienvenida al fútbol en Vila-real después de cuatro meses de ausencia del feudo groguet.

Hay entrenadores que se llevan su libro hasta la tumba. Y más o menos eso fue lo que le pasó al Betis de Quique Setién, para quien es innegociable no rifar nunca el balón. Va con su ADN. Adán es consciente y el portero bético siempre busca alguna opción de salida, aún a riesgo de que se le apaguen las luces. Escribá, por lo menos en su ideario teórico, también tiene un capítulo básico en la presión. Ayer, dos de las señas de identidad de los actuales Villarreal y Betis confluyeron para que los amarillos recibieran un tratamiento de reanimación cuando de nuevo, como en el Ciutat de València o en Anoeta, estaban en peligro de parada letal, esta vez por un error de cálculo de Álvaro tirando el fuera de juego a los 10 minutos que habilitó a Joaquín para que su centro lo rematara de cabeza, sin oposición, Sergio León para poner el 0-1.

El Villarreal se atascó con el golpe. No encontraba espacios, ni por dentro ni por fuera, para responder. Pero a la media hora llegó el primer punto de inflexión. Adán no rifó el balón en un saque de puerta inocuo. Bacca y Bakambu corrieron rápidamente a la presión y al guardameta visitante se le hizo de noche. El colombiano le robó la cartera y en dos toques se acomodó para fusilar el tanto del empate. Su primer con el Villarreal, en su nuevo estadio. Y miró al cielo.

EL GOL SE RESISTE

El 1-1 liberó a los amarillos y ejerció de resorte para poner cerco al área bética con un carrusel de ocasiones que hizo a los de Setién pedir la hora para intentar poner orden en el vestuario. Un zurdazo de Rodrigo al palo (m. 39) fue lo más cerca que estuvo el Submarino del 2-1 en esa recta final de la primera parte de vértigo. Un cabezazo de Trigueros, un pase atrás de Rukavina que no encontró rematador, un tiro casi sin ángulo de Samu Castillejo que obligó a Adán a emplearse a fondo, otra llegada de Manu hasta la cocina...

El Betis se reordenó en la segunda parte. Volvió a tapar las vías de salida al Villarreal y escondió de nuevo el balón a los de Fran Escribá. De nuevo se echaba en falta otro chispazo que hiciera reaccionar a los amarillos y esta vez llegó en su propia área. Barbosa evitó el 1-2 ante Tello (min. 58), cuando el hábil extremo le encaró con todo el tiempo del mundo para pensar hacia dónde colocaba el esférico. Los reflejos del argentinevitaron otro mazazo que podría haber resultado ya fatal para los intereses amarillos. Dos minutos después, el Villarreal celebraba su segundo gol, una obra maestra de Castillejo que premiaba su atrevimiento.

El partido estaba encarrilado, pero no cerrado. La corta renta y el cansancio que empezó a aparecer en un equipo hoy por hoy sin claras alternativas de relevo y muy lastrado de minutos no podía desterrar el peligro. Pero ayer, el día del reencuentro del fútbol con Vila-real, no podía torcerse. Eenes Ünal se sumó a la fiesta para hacer el 3-1 (min. 78) y, entonces sí, el Estadio de la Cerámica respiró aliviado. El Submarino inicia la remontada.