N o hay mejor remedio contra cualquier afección en el fútbol que una victoria, más si eres el Madrid y el triunfo es un clásico tras una decepción europea. Zidane se había resistido, incluso había encontrado alternativas, pero en el momento culminante ante el Barça repitió, y por fin funcionó, la terapia Vinicius: un despliegue sin reservas a base de corazón e insistencia que le llevó al triunfo, aunque fue a través de un rebote y un resbalón.

Después de perder en el Bernabéu ante el City en Liga de Campeones, la primera semana clave de la temporada amenazaba al Madrid con apartarlo de la primera línea de batalla por los títulos. La victoria ante el Barça le deja con todas las opciones en La Liga, con el objetivo de una remontada épica en el horizonte europeo, pero no se atisbó ninguna mejoría en los problemas endémicos que han torpedeado la temporada blanca: desde la falta de gol, hasta la sensación de que los de Zidane tienen que hacer muchas cosas bien, poner todo su empeño y disfrutar de una dosis de fortuna para poder ganar.

Los análisis coinciden en que, ante la falta de excelencia de los dos equipos, el Madrid encontró el camino a un gol determinante, además de gracias a un Kroos que vio el pase y se lo indicó a Vinicius, a base de garra, lucha, pasión y corazón. Ese es el escenario ideal para el joven brasileño, que lo pone todo en el campo excepto concreción en el remate.

Entre planteamientos y visiones tácticas de los entrenadores, Vinicius fue el único jugador natural de banda en el clásico y marcó las diferencias con su gran velocidad y desborde. Aunque el sufrimiento de la defensa del Barcelona ante los ataques del brasileño parecía no ser exagerado, el conjunto blanco encontró un camino, más bien pedregoso y baldío, que al final le llevó al gol.

Aparición mariana // La otra aparición del partido fue Mariano, tan inesperado como una virgen en un prado pastoril, que entró en el descuento del clásico para disputar su primer minuto en La Liga y tuvo tiempo para poner en evidencia las carencias a la carrera del francés Samuel Umtiti y para marcar un gol de la nada, previo resbalón en el pie de apoyo que condicionó la dirección de su remate, en un equipo que se lamenta por las esquinas ante su poca producción goleadora.