Con un Gobierno en el tiempo de descuento, a Luis Planas (València, 1952), ministro de Agricultura en funciones, le ha tocado lidiar con el anuncio de Estados Unidos de imponer aranceles a numerosos productos agroganaderos españoles y enfrentarse al mismísimo presidente de EEUU, Donald Trump, en una reunión que se celebrará mañana en Ginebra. Antes de esa negociación, el ministro ha concedido una entrevista al Diario Córdoba, del grupo Prensa Ibérica.

-¿Qué argumentos tiene la UE para convencer a Donald Trump de que no inicie una guerra comercial?

-Desde España pretendemos que se aproveche hasta el último momento. El aplazamiento, la suspensión temporal o definitiva de los aranceles, sinceramente, va a ser difícil, pero no pierdo la esperanza. Le pedí un último esfuerzo a la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, y ha remitido una carta a su colega, el secretario de Estado de Comercio de EEUU. Hay un primer argumento: no se entiende que una guerra comercial por la producción de aviones se traslade al terreno agroalimentario; y en segundo lugar, no se entiende que se adopten aranceles suplementarios cuando dentro de 8 o 10 meses se tratará el caso de las ayudas a Boeing. Lo normal sería negociar compensaciones cruzadas para llegar a un punto de equilibrio, pero no ha sido el caso y nos encontramos con la posibilidad muy preocupante de imposición de esos aranceles a partir del día 18, pero no perderemos la esperanza hasta el último minuto.

-¿Qué espera de esa reunión?

-No me cabe predecir un resultado teniendo en cuenta que quien tiene que tomar la decisión no está bajo nuestro control. Es decir, corresponde a una estrategia comercial de la Administración estadounidense. Es muy importante para nuestra economía y nuestro sector agroalimentario mantener un sistema internacional de comercio basado en reglas. Eso es lo que nos ha permitido, vía acuerdos de la UE con países terceros, crecer mucho. Más de la mitad de nuestra producción agroalimentaria se exporta. De ahí la importancia para la octava economía del mundo en exportación mantener esas reglas multilaterales.

-¿Era inevitable que la agricultura y la ganadería fueran la moneda de cambio del conflicto?

-Inevitable nunca. EEUU ha adoptado medidas de compensación-represalias frente a ayudas públicas por valor de 7.500 millones de dólares anuales y ha buscado sectores entre los que se pueda hacer daño al rival. China cuando golpea a EEUU golpea a los agricultores de Iowa o Wisconsin, una base electoral del presidente Trump. Me parece absolutamente injusto, pero es una realidad. Nos ha caído del cielo esta piedra que, sin duda, no nos merecíamos.

-¿Existe todavía margen para la negociación?

-No soy capaz de predecirlo. En todo caso, en el supuesto de que finalmente los aranceles por importe del 25% se impusieran, estamos trabajando con la Comisión Europea para ver qué mecanismos de apoyo hay. Me preocupa mucho la situación del mercado del aceite de oliva, de la aceituna. También del vino y, aunque están menos afectados, también el queso, el porcino y los cítricos.

-¿Qué harán para frenar el impacto de los aranceles?

-Tendremos que buscar medidas que estabilicen precios. En la aceituna de mesa hay que buscar un mecanismo de promoción reforzada para mercados terceros. Probablemente, medidas semejantes en el caso del vino, donde EEUU es importante desde el punto de vista cuantitativo, pero también cualitativo, porque es un mercado escaparate para nuestros productos de alta gama. Y para el resto habrá que buscar medidas de promoción o compensatorias. La Comisión Europea ya ha dicho que solo las estudiará si entran en vigor los aranceles, pero desde España vamos a seguir esa decisión muy de cerca.

-Pero para responder a Trump, ¿conciliación o firmeza?

-Sin perjuicio de que una negociación puede hacerse en términos cordiales, la firmeza en la defensa de los intereses no está reñida con la educación. Hace falta serenidad y cabeza. Había gente que proponía un acercamiento bilateral con EEUU, pero es la CE quien tiene la competencia y quien debe negociar en nombre de la UE. He pedido a la Comisión máxima firmeza en la defensa de nuestros intereses.

-El sector olivarero se echó el jueves a la calle, en Madrid…

-El sector está preocupado, lo entiendo y comparto su preocupación. Nos encontramos este año con una cosecha récord, de 1.790.000 toneladas de aceite. Las cosechas de Italia o Portugal han sido inferiores y a pesar de ello el precio no ha sido el que, sinceramente, esperábamos. El contexto hace complicado prever una evolución de precios.

-¿Cuáles son las medidas a tomar desde la Administración?

-La primera: conseguir una mejor regulación del mercado entre las campañas de mucha producción y las de menor. Por eso, hemos apoyado la iniciativa de las cooperativas agroalimentarias de España, y estamos negociando con Competencia para que autorice un almacenamiento de autorregulación y pagado por las propias cooperativas, para ajustar los mejores momentos de venta. El segundo punto es que, si con las nuevas plantaciones vamos a llegar a dos millones de toneladas en España, hará falta aumentar el número de potenciales consumidores de aceite en el mundo. Es necesario ampliar la promoción en mercados terceros. Y en tercer lugar hace falta mantener la calidad y mejorar la trazabilidad de los aceites. Espero que en el 2020 se apruebe un decreto al respecto.

-¿Si falla la diplomacia con Trump, qué queda?

-Si falla la diplomacia queda la diplomacia, que no tiene alternativa. Las del siglo pasado no están encima de la mesa. Hay que negociar siempre hasta el final para lograr un acuerdo, o como se dice en Bruselas, si no nos ponemos de acuerdo, habrá que ponerse de acuerdo en qué estamos en desacuerdo. Siempre hay un día después, inclusive en este conflicto que estamos viviendo, aunque entiendo que preocupa mucho, máxime cuando coincide con las incógnitas ligadas al brexit.