Tras el 10-N solo dos cosas unían a PSOE y ERC. La voluntad de pacto y la desconfianza mutua. El gen loco republicano versus los bandazos de Pedro Sánchez.

Pero el pacto era estratégico para ambos. ERC adaptó el comité de campaña del 10-N y creó un equipo comandado por Pere Aragonès y en el que estaban los tres negociadores (Marta Vilalta, Gabriel Rufián y Josep Maria Jové), además de Sergi Sabrià y miembros del equipo de comunicación, entre otros. Ya desde la primera reunión, los trayectos hasta la estación de Atocha, donde Jové y Vilalta tomaban el AVE de vuelta, servían para poner a Aragonès al día de lo sucedido.

Jové y su Moleskine. Especialista en negociaciones, todas las fuentes subrayan su papel en la negociación. Y eso que su expediente judicial a cuenta del 1-O no pasó en ningún momento desapercibido. En una de las reuniones, el propio Jové avisó a los presentes: «Estáis aquí tan tranquilos con los móviles encima de la mesa. Ya sabéis que nos están grabando, ¿verdad?». La frase fue tomada como una ocurrencia por la delegación socialista, hasta que Jové, con mirada grave apuntó que lo decía absolutamente en serio. Por experiencia.

Citación sobre la mesa

En la primera reunión se constató que ambas partes iban «en serio», así lo verbalizó Adriana Lastra. Los republicanos acudieron con la citación del Tribunal de Cuentas a Oriol Junqueras por el 1-O. Y la blandieron. La desconfianza se cortaba con cuchillo. Con todo, ese día se fijó la definición de «conflicto político», término que los socialistas se encargaron de desdemonizar utilizándolo en público.

Es en la tercera reunión (3 de diciembre) cuando el PSOE aprieta por el calendario. Deseaban que la investidura se celebrara una semana después. Ahí se sanciona que el acuerdo se basaría en la creación de la mesa y que los aspectos sociales, vista la gran sintonía, se desarrollarían a lo largo de la legislatura. El PSOE insistió en abordar los presupuestos, algo a lo que ERC se negó. Nunca estuvo sobre la mesa la discusión de traspasos.

Es en las dos reuniones consecutivas en Madrid (2 y 3 de diciembre), con el resbalón de Lastra en las escaleras del Congreso por en medio, cuando se aceptó que la mesa de diálogo sería entre gobiernos y de igual a igual. Y empezó el debate sobre la seguridad jurídica. ERC alegó que el modo de evitar que fuera recurrida era desligarla de todo.

Entre las reuniones de Madrid y las dos de Barcelona, Lastra y Rufián se intercambiaron, y los equipos enmendaron documentos vía Signal, una aplicación codificada de mensajería. El 10 de diciembre, Vilalta, a la vista de que los socialistas se hacían los remolones con la definición de la mesa, les advirtió de que para «ERC no supone un coste decir que no». En esa reunión se pidió que Sánchez llame a Torra. El PSOE aceptó.

Ya desde la segunda reunión, ERC fue preparando a los socialistas sobre que el fallo del TJUE del 19 de diciembre obligara a un replanteamiento. El PSOE se tomó el aviso no muy en serio. «Queremos cerrar ya, porque hay mucha gente que quiere dinamitar esto», alegó Abalos para meter prisa.

El dictamen del TJUE fue mejor de lo que esperaba ERC. Se solicitó al PSOE que hiciera «un gesto» vía Abogacía del Estado, «no un chantaje. Porque, si tras el fallo, Abogacía no variaba su discurso, ¿qué futuro le esperaba a la mesa?», razona a posteriori una voz republicana. ERC nunca vio el escrito de Abogacía antes de que se hiciera público. La única señal del PSOE que recibieron fue un escueto «os gustará».