La espada truncó a Varea un triunfo importante en València. Y su carrera. Malditos aceros, que cortaron las ilusiones de un serio golpe de atención, oxidado porque al de Almassora Dios le bendijo con un arte singular e innato, pero a cambio, le privó de afilarle su tizona. Su talón de Aquiles. Sin espada no hay paraíso, por mucho que las musas le acompañen en días tan señalados. Y como la espada le impidió cortar las orejas a los de El Parralejo, en un ataque de rabia, impotencia y frustración, el propio torero obligó a que le cortaran la coleta. Una decisión tajante e inesperada. Un gesto de torero. Quizá no sea definitivo, solo él lo sabe, y solo en una de esas noches en las que vuelva a soñar el toreo surjan de nuevo sus ganas por vestirse de luces otra vez.

EL INICIO // No fue una mala tarde, ni mucho menos. Ayer firmó la faena más bella del festejo, repleta de torería, improvisación y detalles de enorme categoría. Solo que la espada… ya saben. Su primero, un castaño con cuajo, empujó con fuerza en varas. Galopó en banderillas permitiendo el lucimiento de Raúl Martí y Diego Valladar, que se desmonteraron. Varea, que brindó a Santiago López, encontró la inspiración frente a un toro excepcional de El Parralejo, con una embestida excelsa. Afloró el empaque y el toreo personal del castellonense, que compuso con gusto sobre ambas manos. Hubo naturales que fueron una delicia. Precioso el cierre con trincherillas y el toreo a dos manos. La espada le birló el premio y todo quedó en ovación.

El inválido quinto de la tarde fue devuelto a los corrales. En su lugar, salió un sobrero de Las Ramblas, que se escupió en varas y se mostró abanto y sin celo en los primeros tercios. En banderillas se venció en todo momento por el pitón derecho, abriéndose más por el izquierdo, lo que obligó a Varea a echarse de primeras la muleta a la zurda. Se movió el toro, pero sin clase ni ritmo alguno, y esta vez las musas no estuvieron de parte del almazorense. De nuevo se le atascó la espada.

Y luego llegó lo inesperado. Antes de que se llevaran a Jesús Duque a hombros tras cuajar el mejor lote de una gran corrida de El Parralejo, Varea puso el punto y final a esta bonita historia que ha sido corta pero intensa. Vestido de caña y azabache, el mismo terno con el que Castellón alumbraba aquella tarde en solitario con seis novillos a su gran esperanza, se apagaba la llama del vareísmo pasadas las diez de la noche.

LÁGRIMAS // Su gesto llenó de lágrimas las caras de los muchos seguidores que se desplazaron hasta València fieles a la advocación de un torero de culto. Estas son las cosas de los artistas, tan pasionales y tan distintos. Así fue siempre Varea, como su toreo.