El 3 de junio del 2017 el cáncer se llevaba por delante a Diego David Domínguez González, David Delfín. Tenía 46 años y la moda española perdía a un alma inquieta, generosa y libre. Ahora, en el año que hubiera cumplido los 50, la Comunidad de Madrid presentó ayer una exposición dedicada al creador nacido en Ronda que podrá verse gratis en la Sala Canal de Isabel II de Madrid hasta el próximo 10 de mayo. Uno de sus grandes amigos, el actor Pepón Nieto, emocionado, ya ha instagrameado: «No se la pierdan».

Raúl Marina, comisario de la exposición, asegura que, de segir entre nosotros, «nos hubiera regalado más cosas, porque era un auténtico artista». En tres pisos, la muestra sigue un recorrido cronológico por sus colecciones, e incorpora también material inédito. «Gorka Postigo me ha abierto las puertas del estudio y hemos podido reunir polaroids, cartas, poemas, bocetos, vídeos...que nos permiten acercarnos a él más allá de la ropa».

‘ENFANT TERRIBLE’ / David Delfín representa como nadie el surgir de una nueva generación de jóvenes creadores que llegaron con la entrada del milenio y que concibieron la moda de forma interdisciplinar. «En la primera planta arranca su primera puesta en escena, titulada Sans Titre (1999), que la planteó como un ejercicio pictórico en busca de nuevos soportes». Imposible no recordar Cour des Miracles (primavera/verano 2003). «Fue aquella colección polémica, que le valió la coletilla del enfant terrible de la moda española. La presentó en la pasarela Cibeles con las modelos con la cara tapada y una soga al cuello. Aquello no se interpretó bien. La prensa lo crucificó. Y es que las imágenes de torturas en Afganistán era recientes. Él sencillamente quiso hacer un homenaje al universo surrealista de Renée Magritte, otro de su referentes, igual que sus hormigas eran por Buñuel», recuerda Marina.

Aquello fue un mazazo para él, pero también un revulsivo. «Por eso su siguente colección, In loving memory fue oscura, con mucho negro». La muestra, cómo no, recuerda también su vínculo con Bimba Bosé. Y se cierra con una videoinstalación abierta al cielo, «a la reflexión, a lo onírico, a las nubes de Magritte que tanto le gustaban».