Donald Trump, sus abogados y Mitch McConnell, el eficiente estratega que lidera la mayoría republicana en el Senado, habían preparado un estudiado guión para el impeachment del presidente del que parecía imposible salirse y que daba por seguro un final: la exoneración del mandatario. Las últimas horas, no obstante, han recordado que hay espacio para editar y alterar, si no ese desenlace, cuando menos el camino hasta llegar ahí.

Ayer, cuando los letrados del presidente cerraron el tercer y último día de su presentación de argumentos en defensa de la inocencia del mandatario, cierta sensación de incertidumbre y ansiedad planeaba en Capitol Hill. Bajo la sacudida de las revelaciones sobre el manuscrito de John Bolton donde el exasesor de Seguridad Nacional asegura que Trump le admitió estar frenando la ayuda económica a Ucrania hasta que anunciara investigaciones de Joe y Hunter Biden y los demócratas, el debate sobre si llamar a Bolton a testificar ha tomado el lugar central. Desde el podio, la defensa de Trump insistió en que nada ha cambiado. Jay Sekulow, uno de sus abogados, aseguró que el libro es «inadmisible» y, en una peripecia argumental teniendo en cuenta que Bolton describe sus interacciones con el presidente, cuestionó también que incluyera «acusaciones sin fuentes».

Sekulow, además, esgrimió un argumento que usó el lunes Alan Dershowitz, otro de los letrados del presidente Donald Trump: «Incluso si fueran verdad, nada en las revelaciones de Bolton alcanzaría el nivel de un abuso de poder o una ofensa merecedora de impeachment».

«No hay violación de la ley, no hay violación de la Constitución», dijo Sekulow, que defendió que «el presidente tiene la autoridad constitucional de llevar la política y los asuntos exteriores» y «actuó con perfecta autoridad legal» y defendiendo «el interés nacional».

Por más convicción con que los abogados de Trump hayan expresado esa idea, la realidad es que las revelaciones de Bolton sí han forzado replanteamientos. En la Casa Blanca, según ha escrito en The New York Times Maggie Haberman citando anónimamente a personas que han hablado con Trump, hasta el presidente «suena resignado» a la posibilidad de que se llame a testigos, una opción que hace solo tres días parecía descartada.

Haría falta que solo cuatro de los 53 senadores republicanos sumaran sus votos a los demócratas para abrir las compuertas a esas declaraciones, una matemática que ha intensificado la atención sobre los cuatro moderados que hasta ahora habían mostrado su disposición a estudiarlo, tres de los cuales la han reforzado tras las revelaciones de Bolton: Mitt Romney, Susan Collins y Lisa Murkowski.

LARGAS SESIONES / Para saber lo que ocurre, no obstante, habrá que esperar al viernes, cuando se espera que se produzca la votación sobre si aceptar nuevos testigos y documentos. Antes, hoy y mañana, se celebrarán 16 horas de sesiones en que los senadores pueden plantear preguntas tanto a los mánagers demócratas como a los abogados de Trump.

En las filas republicanas, mientras, se están intensificando incluso antes los esfuerzos para evitar los cambios de planes sobre el guión inicial que podrían tener consecuencias inciertas. Ayer mismo el senador Lindsay Graham, uno de los más firmes defensores y aliados del presidente estadounidense, se sumaba a la propuesta de uno de sus colegas para que los senadores puedan tener acceso confidencial al manuscrito de Bolton, una idea que rechazan los demócratas dado que el libro se publicará el 17 de marzo.

Los republicanos también han lanzado la idea de hacer una especie de «intercambio» de testigos, en la que accederían a que comparezca Bolton si también se llama a Hunter Biden o al demócrata Adam Schiff. No han tenido éxito.