Desde la primera guerra del Golfo, Estados Unidos ha sido protagonista de varias intervenciones militares lejos de sus fronteras, la mayoría relacionadas con la guerra contra Al Qaeda y el Estado Islámico, aunque la de mayor envergadura, sin duda, fue la invasión anglo-estadounidense de Irak. George Bush hijo culminó el trabajo que dejó pendiente su padre. Acabar con el régimen y la vida de Sadam Husein, sentenciado a muerte por la justicia iraquí y ejecutado.

La primera actuación relevante de tropas del Pentágono tras la primera guerra del Golfo fue una operación que, a pesar de durar pocas horas, se consideró entonces como la mayor batalla librada por soldados de EEUU tras la guerra de Vietnam: el intento fallido de liquidar la estructura de mando del entonces señor de la guerra somalí, Mohamed Siad Barre, artífice de la guerra civil que en 1993 padecía el país del Cuerno de África.

El entonces presidente de EEUU, Bill Clinton, decidió echar una mano a la Operación de las Naciones Unidas en Somalia (ONUSOM 1), cuya misión era suministrar ayuda humanitaria a la población civil, víctima de una devastadora hambruna.

La acción militar llevada a cabo en el centro de la Mogadiscio el 3 de octubre de 1993 fue un auténtico fracaso. Los milicianos derribaron dos helicópteros Black Hawk, mataron a 18 soldados estadounidenses, capturaron a uno y dejaron heridos a más de 70. Las bajas entre los hombres de Barre y de civiles se contaron a centenares.

Clinton también intervino, esta vez bajo el paraguas de la OTAN, en la guerra de la exYugoslavia, participando en bombardeos contra el régimen serbio de Slodoban Milosevic, en la década de los 90, y fue el presidente que empezó la larga guerra contra Osama Bin Laden, tras los atentados a las embajadas de EEUU en Kenya y Tanzania en 1998, perpetrados por Al Qaeda.

El siglo empezó con los atentados del 11 septiembre del 2001 en EEUU y la determinación de George W. Bush de continuar hasta el final la «guerra contra el terror». El preludio de la invasión de Irak fue la intervención en Afganistán, contra el régimen de los talibanes.

Dos años más tarde, en marzo del 2003, arranca la invasión de Irak bajo el falso pretexto de que Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva. Una mentira que contó con la complicidad del entonces presidente español, José María Aznar, y los primeros ministros del Reino Unido, Tony Blair, y del escurridizo (no aparece en la famosa foto de trío de las Azores), José Manuel Durao Barroso, que años más tarde fue elegido presidente de la Comisión Europea.

La invasión de Irak arrastró a EEUU a una larga guerra con centenares de miles de civiles muertos, un país en ruinas y cuyo gobierno finalmente cayó en manos, y sigue estando, de políticos chiís –rama del islam mayoritaria en Irak– muy cercanos al también chií régimen de Irán.

Lo que ha venido después ha sido la guerra en Siria, con unidades de EEUU combatiendo al Estado Islámico, y la intensificación, con el presidencia de Barack Obama, del uso de aviones no tripulados, drones, en operaciones para liquidar a enemigos, aunque se ha llevado por delante la vida también de muchos civiles, como han denunciado varias organizaciones de derechos humanos.

Con Donald Trump ha sido menor la intervención militar de Estados Unidos en el mundo. El republicano ordenó el año pasado la retirada de las tropas estadounidenses de Siria. Trump parece tener, sin embargo, la guerra dentro de sus propias fronteras. H