Demarcación territorial privilegiada de Brancal de la Ciutat con sus rincones con encanto y definitorios de la personalidad y señas de identidad de un pueblo. Como el Raval de la Trinitat, con su plaza Mallorca, las calles Teruel, San Cristóbal, Poeta Verdaguer, con la señorial calle Trinidad y el antiguo consulado de Suecia, el noble edificio de la familia Gimeno. Con sus bancos y oficinas, y en el límite con la avenida Valencia, ya en otro sector, la iglesia de San Francisco construida sobre el solar del antiguo acuartelamiento militar, y este sobre el vetusto convento franciscano y sobre este también la medieval ermita bajo la advocación de Santa Bárbara. Núcleo gaiater de contrastes, entre barrio popular y labrador y neoburgués, de nostalgias de un antiguo Castellón y la esperanza de futuro prometedor. Brancal de la Ciutat como entrada triunfal al centro de la ciudad, como renovación de las promesas en el jubilar tercer domingo de Cuaresma, como exaltación del carácter fundamental y esencial de las gaiatas. Un barrio marcado por la prosperidad y arrojo.

También de mestizaje, donde gentes llegadas de otras tierras, especialmente magrebís y latinos, hacen de la plaza del País Valenciano y adyacentes un cruce de culturas. No se pueden olvidar tampoco los pequeños comercios del barrio: panaderías, tiendas de alimentación, farmacias, artesanos… Brancal de la Ciutat de ese Castellón tradicional que surge de solera y abolengo.

Como el que durante años fue el Colegio Menor de Santa María de Lidón, hoy Institut Valencià de la Joventut, y donde generaciones enteras de castellonenes recibieron su formación educativa en su edificio de la conocida calle Orfebres Santalínea.

Convertido en primer ensanche urbano de la historia, las calles de Brancal de la Ciutat, fuera del recinto amurallado, atesoran el sabor castellonero forjado a lo largo de una intensa historia. La que surge en 1945 en el primer año triunfal de las fiestas en su estructura actual.