Hasta cinco festes de carrer se congregan en la demarcación territorial de la gaiata de la glorieta de San Roque: Mare de Déu de la Balma (este año reducida solamente a una eucaristía), Santa Bárbara, Sant Félix, Mare de Déu del Lledó y Sant Roc del Raval.

Imágenes de veneración popular que resume el carácter de fe y tradición inmensa transmitida de padres a hijos. Costumbres en clave castellonense que se mantienen inalterables al paso de los siglos. Y es que no se puede entender la ciudad turquesa y naranja sin esta manifestaciones que se repiten año tras año con sus protocolos establecidos desde tiempo inmemorial, vividos por los vecinos como ceremonias inalterables y plenas de sentimiento. Festes de carrer que generan emociones y vitales experiencias. Castellón es fiesta popular.

Procesiones, porrat popular, estandartes, misa mayor y sermón, xiques de paner, pa beneït, coquetes, la tornà y la tirà de rotllos (auténtico deporte de alto riesgo), clavarios, mayorales, banda de música, dolçaina y tabal... vocabulario infinito en clave castellonense y que solo se manifiesta en esta tierra de fruto dorado y verdes naranjales. Como carta de naturaleza de un pueblo en su RH.

El enclave urbano de la glorieta de San Roque y adyacentes, con el guarismo 11 como referencia de fiesta en la consumación de las gaiatas como colectivos esenciales y fundamentales de las fiestas de la Magdalena, tiene en estos festejos de calle la impronta de un Castellón eterno.

Y en ese camino avanza la comisión de Forn del Pla, que tiene como obligación constante la preservación y salvaguarda de aquello que más identifica al barrio. Al Raval de Sant Félix, el núcleo labrador de la ciudad que se siente también agrícola.

Festes de carrer que están unidas al símbolo alegórico de la luz, hilo conductor de los festejos mayores, cuando llega el tercer domingo de Cuaresma y cuando la primavera renace dejando atrás el invierno en las particulares estaciones climatológicas en el particular universo castellonero.