Crujía la plaza de toros. Llenazo hasta la bandera. No cabía un alfiler. Si no se colgó el No hay billetes fue por un puñado de entradas. La afición respondió al reclamo del nuevo ídolo del toreo, el joven peruano que ha revolucionado la fiesta taurina más allá de las barreras de lo taurino. Acudieron aficionados y curiosos interesados por este nuevo fenómeno, con gran fuerza en la taquilla y mucha más en la plaza. Y encontraron la respuesta buscada. Roca Rey fue un huracán que arrasó con fuerza a su paso por Castelló. Sin ser una tarde rotunda, la afición enloqueció con el valor sereno y la capacidad de este Roca Rey, consagrado ya como figura del toreo, un mesías que tanto necesita la Fiesta. Un auténtico revolucionario.

Roca Rey puso literalmente la plaza en pie con un ajustadísimo quite por gaoneras. Imposible mayor ajuste, tanto que tuvo que apartarse el toro para no arrollarlo en una de ellas. Se lo dejó crudo en el caballo con apenas un picotazo del que no brotó ni sangre para un anális, después de recibirlo con chicuelinas en los medios. Tuvo calidad este tercer toro de la tarde. Y duración, porque le aguantó a Roca una faena larga, tanto que, cuando se fue a por la espada de verdad, inició una segunda faena más. Dejó naturales extraordinarios, cadenciosos, de adormilada muleta. Es la tauromaquia de Roca que más encandila a la aficionado más pura porque el peruano, es mucho más que valor y efervescencia. Lo estaba cuajando al natural y sin embargo, la plaza estalló con la arrucina y enloqueció más con los pases cambiados por la espalda y mirando al tendido. Disfrutó Castelló con el buen momento del peruano, que mató de estocada caída y fue premiado con las dos orejas. ¿Excesivo premio? Tal vez. Pero la plaza era un clamor y difícil llevarle la contraria a las miles de almas que gritaban enfurecidas, embriagadas por ese aire fresco y renovado que trajo Roca Rey. Amarró la puerta grande.

De nuevo enloqueció en el quite frente al sexto. Fue arrollado por los cuartos traseros y en el suelo, angustiosos los segundos a merced del toro, le lanzó el astado varios derrotes que, afortunadamente, no fueron certeros. Se levantó el torero sin un rasguño aparente, y armado de orgullo y vergüenza torera volvió a repetir el vistoso quite en el que combina la tafallera con la caleserina y que ha hecho tan propio de su repertorio. La plaza en pie. Todo hacía presagiar lo mejor porque el toro apuntaba buena condición, pero llegó muy aplomado a la muleta, sin celo ni fondo, por lo que Roca optó por acortar distancias y buscar la efectividad entre pitones. Lo exprimió al máximo, sacando agua de un pozo seco. Pero de nuevo afloró la ambición y su sentido de asumir el peso de la tarde. Mató de una estocada entera que fue clave para que lo premiaran con una oreja y rematar así su botín. Se le pidió con fuerza la segunda pero esta vez, el presidente, con buen criterio, aplicó la medida justa.

El Fandi se justifica

Salió a por todas El Fandi. Como espoleado. Quiso quitarse la espinita del año pasado con la corrida de Victorino así que, de primeras, totalmente responsabilizado y consciente de la oportunidad que tenía de resarcirse, se fue a la puerta de chiqueros en el primer toro de la tarde. De camino a ella en ceremoniosa procesión, parte del público todavía no se había aposentado. Salió el toro desentendido, sin hacer caso al Fandi, que aguantó hasta conseguir su objetivo, pero en terrenos cambiados, con los chiqueros a espaldas. Adivinó pronto la pastueña acometida y se echó de rodillas para torear muy templado a la verónica. Quitó por lopecinas antes de coger los palos y cuajar un buen tercio de banderillas clavando hasta cuatro pares. Embistió con mucha nobleza y bondad el juampedro, de excelente son, pero llegó apagado a la muleta. Templadas fueron las primeras tandas de Fandila, pero se vino abajo el toro y la faena. Mató de estocada tendida y acabó paseando una oreja.

Otra cortó del cuarto, que no descolgó en ningún momento. Mirón y exigente el toro, con cierta viveza y un punto de genio. Tomó los engaños aunque sin acabar de romper ni entregarse por abajo. Pero le sirvió al Fandi la movilidad del astado, que le planteó faena en terrenos de sol, con mucha firmeza. Poco a poco construyó una faena que caló en los tendidos y tras una estocada algo trasera, paseó el apéndice que le otorgó el derecho a salir por la puerta grande.

Oreja para Manzanares

Reaparecía Manzanares de la lesión lumbar que le ha tenido apartado de los ruedos este inicio de temporada. Su primero fue protestado en los primeros tercios por su manifiesta endeblez. Tuvo calidad el de juampedro, que humilló y tomó la muleta muy descolgado, pero le faltó ese punto de pujanza y transmisión necesaria para que tuviera entidad la labor de Manzanares. Templado el alicantino, que se gustó en algunos momentos aislados. Mató de dos pinchazos recibiendo y una estocada entera pelín contraria.

El quinto se vino arriba en banderillas y llegó con transmisión a la muleta. Repitió codicioso el buen toro de Juan Pedro a la pañosa de Manzanares, que lo sometió por abajo. Largo el trazo, profunda la embestida y elegante la compostura del torero. A la faena le faltó rotundidad. Mató de un espadazo hasta la bola y fue premiado con un apéndice, que paseó ante un público que le admira y le respeta.