Querido/a lector/a, el otro día le escuche decir a la alcaldesa de la Vall d’Uixo que introducir en el organigrama del Ayuntamiento la concejalía de Barrios ha sido una buena decisión. Afirmación que justificó con el hecho cierto de que las asambleas para explicar barrio por barrio los presupuestos del 2020 estaban siendo un éxito por la presencia de ciudadanos, organizaciones vecinales y, también, por las propuestas de futuro que aparecían.

La verdad es que no me extraña, y me alegra. Tan cierto como que, alguna vez, he escrito, porque está en las reflexiones de la filosofía política y en la praxis del municipalismo democrático de la Vall, que todo cambia si los Ayuntamientos se abren a la participación, ya sea con una carta y un consejo municipal o, simplemente, manteniendo la tradición de visitar barrio a barrio si, como en el caso de la Vall, existen, tienen idiosincrasia y son referencia social. Todo cambia, digo, porque al cambiar las condiciones y ser más fácil el acceso a la política, cambian interlocutores, temas, agenda política sobre la que se gobierna y, en consecuencia, aparecen soluciones que miran el bien común y la mayoría social.

Querido/a lector/a, abrir política y ayuntamientos a la participación de los barrios implica realidades no fáciles ni rápidas, pero es el camino del buen municipalismo. Me refiero, al que intenta un urbanismo sin muros ni fronteras invisibles que evita periferias fragmentadas y facilita su inclusión. Al que busca llenarlos de equipamientos y fomenta una nueva centralidad al derivarles instituciones de gobierno. Un municipalismo que entiende los barrios como ciudad repleta de ciudadanos iguales en derechos y deberes que inciden en el futuro de toda la Vall.

*Analista político