Aturdido y entusiasmado por el espectáculo de un festival titulado Benicàssim Electronic Festival, ha llegado el momento de despedirse del Humo de los barcos por este verano, del que me atrevería a decir que han conseguido entre todos los organizadores convertir a esta provincia y en particular a este entorno del mar de Benicàssim, como el año de mayor actividad y, por consiguiente, con mayor afluencia de gentes de todo el mundo, como intérpretes y, sobre todo, como espectadores asistentes. Con algún que otro altercado más o menos importante, pero todo ha sido destacado con el clamor de fiesta grande, desde aquella noche de San Juan de finales de junio.

Aquellos festejos, como en la coplilla, me los pasé buscando el trébole, el árbol de cuatro hojas, para curar la melancolía y algún que otro achaque. Quizás alguna hierba de los hechizos o me invitaron a una tisana como la del Papa Luna, para que me ilusione y me haga creer que lo pasaré muy bien esos muy próximos días de fiesta con la Belle Époque, anunciada como recreación histórica y festiva.

Pero antes de cerrar el ciclo, ha aparecido otro personaje del que no quiero olvidarme. Se trata de mi amigo Alfredo Monfort, quien creó en su tiempo tanto Regio como Alis y que me acompañó en la creación del parador festivo Hostal de la Llum desde la barra del bar, al igual que hizo después con el local festivo de San Pascual en Vila-real y El Tordo, de Onda, con la presencia en su comienzo profesional de las muchachas cantantes Lolita y Karina. También he de referirme en este capítulo al experto contable y administrador Pepito Ribes, aquí en Benicàssim, cuando la familia Gimeno nos invitó con ellos a dirigir y programar la sala Bohío.

Bueno, pues volviendo a Alfredo, diré que pasa muchos días y temporadas en El Refugio, la residencia de su hija María Eugenia, en el entorno del Desierto de las Palmas, donde le llega el resplandor de las olas del mar de la Almadraba y el brillo de las Islas Columbretes, así como, tan cercana, la Creu del Bartolo, del mismo modo que Rosa Vicenta Loras, que también tiene dos mascotas a las que ama y le acompañan en esta etapa de su vida. Es el perrito Elvis y la perrita Polilla, que se encuentran también en su paso por Arenal con el hermoso perro llamado Pepe, de Maritó Ribes, la esposa de Guillermo Dauffí. Allí, entre las tres mascotas y a base de ladridos casi musicales, forman un conjunto que me dedica una emotiva despedida este verano en mi mundo periodístico de El humo de los barcos.

En otro orden, la directora del Instituto Francisco Ribalta, Paloma Segura Mestre, me ha invitado a estar presente el próximo día 8 de septiembre a un acto de gran significado, que tendrá lugar en el salón de sesiones del Palacio Municipal de Castellón, en el que se celebrará la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad, que otorgan el Ayuntamiento al centro centenario de la Avenida del Rey Don Jaime.

Pero entre la variedad de noticias y novedades de este verano, aparece deslumbrante la de la inauguración de la nueva biblioteca y Palacio Cultural del Mar, que acaba de sustituir a la ya tradicional Biblioteca del Mar y su pabellón de madera, instalado hace unos años en la plazoleta del Doctor Comín, de la Almadraba.

El nuevo flamante local está situado unos metros más hacia el Infierno, en los primeros enclaves del paseo marítimo de Pilar Coloma en la que era Villa de Santa Ana, llena de pintorescas historias en épocas pasadas, incluso con visitas reales en su agenda y últimamente propiedad de la familia Sanz de Bremond i Mira. Desde su autoridad como catedráticos y directores de Institutos en Castellón, imprimieron en el entorno el espectacular ambiente cultural, que ahora acogerá de nuevo la que fuera legendaria villa en las playas de la Almadraba.