Llegó 2019. Llegó de repente, como si quisiera despedirse abruptamente del 2018, ese nefasto año en que el doctor Sánchez, un político de mente pequeña y que tiene la misma solidez que el cañizo de una tomatera, se hizo con el poder mediante una moción de censura en coalición negativa con populistas de izquierda radical, bilduetarras e independentistas.

La moción negativa de Sánchez rompió dos reglas no escritas que se han antojado básicas durante los cuarenta años de democracia: el consenso constitucionalista y la primacía de la lista más votada.

La ruptura del consenso constitucionalista ha supuesto cruzar una frontera que los propios socialistas se habían marcado, la de no pactar con los separatistas que habían intentado subvertir el orden democrático.

Se podría pensar que esto no supone ni más ni menos que España ya no se gobierna desde el centro. Que la moderación ya no tiene ningún valor, sino que es percibida como síntoma de debilidad. Que hay que mostrar firmeza, aunque con ello rompamos consensos otrora básicos y nos situemos todos en los extremos del tablero.

Unos extremos que hacen que los bilduetarras puedan montar una performance simulando una celda en una plaza de Pamplona, sin vergüenza y sin escrúpulos. Que los independentistas puedan ocupar impunemente los espacios que son de todos en la Diagonal de Barcelona o en la plaza Mayor de Castellón, exhibiendo sus ensoñaciones a cargo del contribuyente. Que radicales cavernícolas puedan robar el Niño Jesús del Belén, tras haberse paseado por la azotea del Ayuntamiento como Pedro por su Falcon, sabiendo que no les va a pasar nada, porque a la familia, ni tocarla.

El cambio político que se produjo en ayuntamientos y comunidades autónomas fue el de la coalición de perdedores, que ha culminado en la coalición de censura negativa del pasado mes de junio. Un cambio en que la izquierda ha impuesto con tal virulencia su discurso, quebrando consensos que eran básicos desde la Transición, que ha protagonizado un efecto rebote frente al pensamiento único totalizador. El primer efecto se ha visto en Andalucía: se ha derrumbado la hegemonía que la izquierda venía protagonizando desde hace cuarenta años.

DESDE el Partido Popular de Castellón ofrecemos para el 2019 recuperar la convivencia que se ha roto estos últimos cuatro años. Recuperar espacios de diálogo desde el convencimiento de que hay cosas en política que no se pueden permitir sin saltar fuera del espacio común que nos permite convivir. Hemos de recuperar la relación ética de quienes discuten desde posiciones divergentes, sabiendo que esa discusión, ese diálogo persigue el bien común, no la aniquilación del diferente.

Por encima de todo la defensa del interés general de España y la convivencia entre españoles. Si siguen gobernándonos estas extrañas amalgamas, entre la nada y el todo, nos va a salir la nada.

*Vicepresidente Diputación Castellón